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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

jueves, 9 de diciembre de 2010

Encuentro genuino de diferentes. Un trabajo de Marcela Tobia.


“…quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…”
                                                                                                     Fito Paez.

En todos los tiempos y sociedades hubo personas invisibilizadas, olvidadas, degradadas, habitantes ocultos a la mirada de “lo socialmente aceptable”, negados a sus necesidades y heridos en su dignidad humana.

Algunos de esos grupos excluidos, estigmatizados como peligrosos, ante quienes se siente temor  y se trata de ocultar son nuestros alumnos, gran masa de adolescentes que no tienen terminado la escuela primaria, que fueron excluidos del sistema por estar excedidos en edad, por no cumplir con las normas institucionales, por no pertenecer a “la gran masa uniforme escolar”, con  problemas judiciales, familiares, sociales, que no encuentran un lugar de pertenencia, con problemas de adicciones “por pertenecer” (formar parte de un grupo), que no tiene trabajo, no tienen un oficio y  no tienen sobre todo expectativas de un  futuro mejor.
Otro grupo que tiene que ser “ocultado” son los adultos mayores, por ser el reflejo del “peor fantasma” de estos tiempos, precisamente el “paso del tiempo”, no importa la experiencia, la sabiduría de los años, lo que tengan para dar: no encajan dentro del sistema donde todo tiene que relucir, ser joven, bello y listo, son los valores socialmente aceptados.
Este proyecto de lectura además de la práctica en sí, tiene como objetivo el “encuentro” de dos grupos, totalmente opuestos y aparentemente distanciados, sin ningún punto en común, sin ningún acercamiento, y con preconceptos negativos  entre ambos.
Ahora bien, luego de transcurrido casi un año de terminado el proyecto con el primer grupo que lo puso en práctica, me reúno con algunos alumnos y noto que… me cuesta decir ex alumnos; ya egresados de la escuela primaria y transitando el secundario, los invito a que hagan una reflexión sobre la experiencia; dichas charlas fueron grabadas y se pueden ver en:


y noto, no sin sorpresa, qué: recordaban la experiencia y que tenían una valoración de la misma, teniendo en cuenta aspectos positivos y negativos, lo negativo precisamente estaba fundado en el  abandono, la soledad y la tristeza que notaban en algunos hogares o en algunos abuelos, también comentaban la sorpresa y la autonegación de visitar “viejos” creyendo que el proyecto no era posible, era un “aburrimiento”, etc.; de hecho comenzó con pocos alumnos asistiendo, luego con el tiempo y viendo la reacción de los ancianos, la disposición de la gente que trabajaba en los lugares y la emoción, siempre que pasara ese  primer momento de tensión y miedo a lo desconocido, manifestado por los abuelos y por los adolescentes, se daba una comunión y una empatía que sorprendió a todos, eran esperados, bien recibidos, halagados por la labor que desarrollaban, hechos estos que los motivó y motivó al resto para sumarse al proyecto. Todos rescataban los valores, los “consejos” como ser: seguir estudiando porque  era lo único que los podía ayudar, el cariño, la tristeza en las despedidas, las charlas, las  experiencias contadas, los alumnos veían con asombro que alguien trabajara 40 años en un mismo lugar, hecho hoy para ellos absolutamente alejado de su realidad y la de sus padres, también comentan que muchos les decían que al llegar a viejos y a esos lugares se dieron cuenta que lo material les servía para poco, comentan que la experiencia los ayudó a tener paciencia, mayor respeto, comprender a los adultos mayores, verlos como  niños que hay que enseñarles de cero, a reconocer que se podían divertir con ellos. Reconocer lo bueno de la inclusión, por un caso en particular donde estaban juntos un señor mayor con su hija joven con capacidades diferentes que fueron aceptados “juntos” para no romper el lazo familiar.
Y las cosas que les “pegaron fuerte”, considerar a algunos lugares como deposito, sentirse olvidados, desprotegidos, abandonados, solos y manifestando su soledad, algunos que por estar solos tienen como única opción entrar a los hogares, ver “las injusticia” de los hijos por dejarlos allí. Algunos expresan sus deseos de concurrir nuevamente a visitarlos, pero tienen dudas por la tristeza que les causa a los abuelos las despedidas.

A las charlas se sumó la mamá de una de las alumnas que trabajó siempre en hogares y compartió su experiencia cargada de emoción, de compromiso con el trabajo, con la tarea que realizaba, contaba los valores que rescataba de los abuelos, la confianza y dentro de esa confianza las bromas que se jugaban, manifiesta que los lugares en  los que trabajó los sintió como propios, haciendo de los trabajos el centro de su vida, llevando a sus hijas pequeñas en ocasiones especiales a compartir el día con ellos, el valor del cariño, de la confianza con límites, no poder despegar la imagen de sus propios padres en los adultos, y rescataba sobre todo la cultura del trabajo y del sacrificio de los mayores. Y menciona que en algunos lugares los ancianos son un comercio, que es un negocio.



UBICÁNDONOS EN EL TIEMPO.

Teniendo en cuenta a la La Edad Moderna como un  movimiento histórico cultural  ubicado entre los Siglos XV y XVIII, surgido en Occidente, apostaba al futuro apoyándose en tres pilares: la ciencia, la moralidad y el arte.
Basaba su discurso en la creencia de un mañana mejor, cargado de utopías. Se creía que con el avance de la ciencia, la ampliación de las libertades humanas y el desarrollo del arte, la humanidad entera lograría su máximo esplendor.
Los sujetos se organizaban pensando en “un orden del mundo duradero o estable” (Lewkowicz, 2008: 46).
 El Estado-Nación representaba al (sujeto) ciudadano.
 Pero estos ideales, demasiado abarcadores, fueron perdiendo convicción y fue sucedido por el desencanto y la caída de las utopías.
 Si se considera a  la cultura desde la óptica del modo de vida, son el capitalismo y la política  los principales artífices de la cultura hedonista. Los eslóganes del capitalismo tardío tienen que ver con: espontaneidad, placer, objetos de lujo, publicidad, moda, megarrecitales auspiciados por políticos y empresas multinacionales, medios masivos y crédito, crédito, crédito” (Díaz, 2009: 22). Es la llegada del posmodernismo.

Posmodernidad.

 El término posmodernidad comienza a ser utilizado al promediar el Siglo XX.
 En esta cultura, a diferencia de la época moderna, “cada institución es un mundo aparte” (Lewkowicz, 2008: 46), funciona para sí y se retroalimenta aisladamente del resto.
Sumado a ello, “aflora un tipo de pensamiento que deja de ser estructural, sistemático, sistematizante” (Lewkowicz, 2008: 46) propio de la época moderna, “para determinarse como estratégico, situacional, coyuntural, oportunista”  (Lewkowicz, 2008: 46); esto es “un tipo de pensamiento estratégicamente determinado para pensar y operar en el instante, que no está destinado a durar sino a obtener la mayor eficacia en el instante actual” (Lewkowicz, 2008: 46).
 El desarrollo del capitalismo amplió la concepción del disfrute y la extendió haciéndola más popular: tener más, gozar más, esforzarse individualmente para adquirir bienes, servicios, drogas, en fin: ser consumidores. “Estamos ante la determinación en primera instancia por lo económico” (Lewkowicz, 2008: 33); es decir, se vincula al éxito no ya con logros y esfuerzos personales, desde un plano simbólico (como lograr formar una familia,  tener una profesión, un oficio) sino con lo que más se pueda tener (materialmente), convirtiendo al desarrollo económico en una de sus únicas utopías, aunque el posmodernismo afirme no tenerlas.



El rol del Estado
  
El Estado presente se define como técnico-administrativo o técnico burocrático y no más como nacional. En la actualidad, éste logra su legitimación cuando opera eficazmente.
El capitalismo ya no encuentra más como marco adecuado para su desarrollo a los Estado nacionales.
Una Nación se constituía por una identidad social unida a un mercado interno. Hoy en día, se borraron estas fronteras y se constituyeron macroestados con economías que trascienden los límites nacionales. Tal es el caso del MERCOSUR por ejemplo.
  El desarrollo del capital encuentra un escollo en las fronteras nacionales. (Lewkowicz, 2008).



Cultura actual

 El tiempo en que vivimos se desliga de anhelos difíciles de concretar; se perpetúa en el presente y no sueña demasiado con el futuro.
 Poco importa el modo de lograr el “éxito”.
 La cultura posmoderna promueve en forma inocua elementos tecnológicos como: la computadora, la Playstation, el teléfono celular, la televisión, entre otros, los cuales operan como un medio directo para el acceso a lo “a-social”. Este concepto es entendido como aquello que aísla al sujeto de todo contacto humano, perpetuándolo en el presente con una sensación de “bienestar”. Se está bien porque hay distracción, diversión, entretenimiento, y un alejamiento de la realidad.  ¡Solo importa vivir el hoy! 
 En este estado de pensamiento, el sujeto está inducido al consumo. Tiene a su alcance mecanismos ingeniosos que le facilitan, sin dinero en efectivo (tarjetas de crédito, débito, cheques, etc.) o como sea, obtener lo deseado. “La libreta de ahorro era moderna, la tarjeta de crédito es posmoderna” (Díaz, 2009: 22).
 Todo vale en el mundo de “servicio de atención al cliente”.
 “El shopping se ha convertido en la plaza pública que corresponde a la época, e incluye en casi todas partes cines, restaurantes y negocios” (Sarlo, 2009: 17). Estos grandes complejos fueron creados para aislar al sujeto de la ciudad y sus impredecibles episodios, aunque en última instancia es evidente que su estructura,  está preparada para que el sujeto adquiera algo material.
 En esta cultura posmoderna, la necesidad es generada a través de lo material.  Lo tangible toma preponderancia en la búsqueda del “bienestar”. Los mercados actuales, potenciados por la publicidad, invitan a incluirse en la sociedad a través de la compra de sus bienes y servicios.  Lo material está por sobre los valores.  Se vale por lo que se tiene.
 Las empresas priorizan los servicios y el consumo que sus clientes hagan de los mismos, por sobre el bien propiamente dicho.  Entonces, consumo ¿es igual a inclusión social?
  La publicidad en los medios de comunicación de masas muestran como una marca de cerveza se promueve con el slogan “el sabor del encuentro” (Puentes, 2005: 40) como si la satisfacción de encontrarse con el otro se viera relegada si no es a través de su ingesta.
Las  noticias son “primicias exclusivas” por un día y al día siguiente aparece otra que funciona con la misma intensidad y con el mismo grado de importancia que la anterior; pero lleva al olvido o al relego a las demás. Los hechos o acontecimientos sólo importan hoy, son “flashes” que pierden relevancia a las pocas horas. De igual modo sucede con las temáticas de esas noticias, su contenido va en busca del famoso y “bendito” rating, aquel que mide la cantidad de televidentes que se encuentran mirando el programa. “El minuto a minuto” de su medición es un signo más de la inmediatez con la que se vive. 
 Tal como lo expresa Maristella Svampa en “La Sociedad  Excluyente” hoy, “los jóvenes constituyen el sector más vulnerable de la población”, pues vienen sufriendo los múltiples efectos del proceso de desinstitucionalización (crisis de la escuela, crisis de la familia) ya que a lo largo de sus vidas y la de sus padres, no ven la posibilidad de un trabajo que pueda modificar su futuro, el trabajo deja de ser el principio organizador en el proceso de subjetividad, por lo que ese lugar lo ocupan otros componentes ligados al consumo,  y a los gustos musicales, comunicacionales, de expresión, etc. Así la nueva dinámica es que los modelos de subjetividad emergentes se constituyen alejados del mundo del trabajo, y remite a nuevos registros centrados en el sujeto y no en lo colectivo.
Para muchos de los jóvenes en situación de vulnerabilidad, la inestabilidad laboral no constituye algo nuevo, en la medida en que ésta ya ha sido experimentada por los padres, desde mediados de los 80. En este contexto, los jóvenes tienden a naturalizar la situación de inestabilidad sin avizorar en su futuro otra cosa que la precariedad duradera (Kessler: 2004)
Aún en aquellos jóvenes cuya situación es de mayor vulnerabilidad y desorganización social y, en el límite, de anómia, las demandas de consumo son las mismas que las de los jóvenes que provienen de otros sectores sociales con mayores oportunidades de vida (Kessler:2004)

Ahora bien, con respecto al otro grupo, los ancianos, también excluidos ya que ser joven y dar con los parámetros de belleza garantiza un lugar el “la sociedad”,   el cuidado de la imagen y del cuerpo se ha vuelto un “requisito fundamental” que excede al bienestar saludable. Hoy, hay una exigencia extrema en mantener, sobre todo en la mujer,  la juventud eterna (a través de las cirugías, tratamientos estéticos, etc.). Se busca obtener una figura que “guste” a los demás, ser “flaca y bonita” muchas veces condiciona la aceptación del resto de las personas, e incluso la inclusión en la sociedad.
         Abunda lo no-auténtico, lo espurio. Se publicita el último modelo telefónico con novedades inimaginables años atrás; el sistema de pago en cuotas crea dueños instantáneos del producto. El acceso es muy simple, inclusive a través de las compras virtuales. El sistema garantiza con la compra la “in-clusión” social del sujeto. Hoy el cuerpo no designa una abyección o una máquina, designa nuestra identidad profunda de la que ya no cabe avergonzarse y que puede exhibirse desnudo en las playas o en los espectáculos, en su verdad natural. En tanto que persona, el cuerpo gana dignidad; debemos respetarlo, es decir vigilar constantemente su buen funcionamiento, luchar contra su obsolescencia, combatir los signos de su degradación por medio de un reciclaje permanente quirúrgico, deportivo, dietético, etc. La decrepitud física se ha convertido en una infamia (Gilles Lipovetsky, “la era del vacio”)

¿Dónde está contemplado lo colectivo? ¿Y la construcción con el Otro?
 No cabe duda de que la cultura posmoderna deja a un lado el pluralismo para avanzar hacia grados cada vez mayores de individualismo “a-social”, esto es, inducir al sujeto para que se valga de si mismo, se centre en una ética egoísta que postula el disfrute unipersonal. Con tal de estar bien, vale lo que el mercado impone.
Esa construcción de colectivo con “el otro” queda minimizada a una cosa, es decir, se cosifican las relaciones la sociedad se vuelve (o la vuelven) “cosificante” (Puentes, 2005, 36). Se quiere vender el consumo de cosas (entre ellas las drogas), de la imagen, y la relación del hombre con esas cosas. Todo lo que reste prioridad a lo humano y a la relación entre humanos, indudablemente le resta libertad a las personas, haciéndolas más dependientes (a esas “cosas”).


          A través del proyecto se observa con mucho agrado qué: cuando se da lugar a la comunión con el otro, a la comunicación, al encuentro, sin presiones, con sus tiempos, respetando individualidades, sus inquietudes, sus necesidades, se puede construir un “colectivo” verdadero, con los que eran aparentemente dos grupos distanciados, incomunicados, alejados desde sus intereses, su lenguaje, su cultura, sus costumbres, pero… con ganas y disposición para conocer, conocerse y enfrentar lo nuevo y distinto.

Marcela Tobia.

(El original cuenta con muchas fotografías interesantes)

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