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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

martes, 14 de abril de 2020

Pascua sin rituales

Hoy recordé una escena del pasado cargada de detalles: Estoy saliendo de la unidad penal de Campana, de la que soy profesor de su escuela secundaria, para adultos en prisión. Al traspasar la última barrera veo un joven caminando al borde de la ruta de una manera llamativa. Ha estado preso por situaciones de conflicto con la ley, y sin embargo lo reconozco por su ingenuidad para moverse en un territorio que se le ha vuelto ajeno. Paro mi viejo Ford para preguntarle para donde va. "No lo se" me dice, asomándose a la ventanilla, "quiero acercarme a algo que me lleve a Avellaneda". Lo invito a subir. Me lo agradece mucho. No ha sido alumno mio, pero nos hemos visto en algún pasillo de la cárcel. Los ojos no le alcanzan para mirar a cada costado mientras nos alejamos del penal. Su felicidad me contagia. "¿Tenés monedas para el colectivo?", le pregunto. Años después comencé a llevar alguna tarjeta "sube" con unos pesos cargados en el auto, por si se repetía la situación. Le explico que no hay mas boletos de papel que le compras al chofer, y me da la impresión que estoy hablando con alguien que viene de visita a un país lejano al suyo, o que vuelve del pasado. Y las dos situaciones son hoy su realidad.

Charlamos sobre cosas simples: su familia y la mía, el día de sol, tomar unos mates con su madre, abrazar a sus hijos, caminar un rato por el barrio.

Unas cuantas veces volví a disfrutar del oficio de ser el primer abrazo de bienvenida de un pibe que intentaba empezar de nuevo. Extraño mucho esos momentos.
Escribo estos recuerdos en esta mañana de Pascua tan diferente, junto a una ventana que me devuelve una calle inquietantemente vacía. Nuestra amenaza no es un virus, sino la vieja y temida muerte. Esa es la verdadera amenaza que sufren los pueblos con hambre, los trabajadores despedidos, los presos, los viejos,... y también sufro yo desde este lado de la ventana. La muerte como un puro abandono, como desesperanza, como dolor y soledad. La Pascua es ese abrazo del Amor que se hace Resurrección y se anticipa en cada plato de comida, en cada médico y enfermero agotados de tanto intentar alguna salida, en cada llamado de teléfono largo y paciente con aquellos que están solos. La Pascua es ese viaje al sol, el primer día de libertad, que espero alguno me ofrezca al borde del camino.
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