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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

lunes, 30 de noviembre de 2020

Lo hice por vos, mamá!

Hay tantos “maradonas” como personas, cada uno elige el suyo, dijo Pedro Saborido el día de la muerte del Señor Don Diego Armando. Hoy vi que una jugadora de futbol de España se negó al homenaje por su relación oscura con las mujeres, y me pareció bueno lo que decía. Sería muy sano evitar todas las idolatrías y disfrutar las obras, que muchas veces son el grito desesperado de una humanidad quebrada. Eso obligaría a que tanta gente que no se siente atraída por el futbol se ocupara estos días de otra cosa.

Cuando yo era pibe no tenía mas que una bici vieja y la canchita a pocos metros de casa. Siempre "jugué mal", me corrijo, siempre jugué. Jugar era divertirse, reírse con los amigos, intentar hacer algo de lo que escuchaba los domingos en el relato de la radio. No era un chamuyo, era una práctica, un juego. Aprendí a respetar, a pelearme, a correr, a saltar, a no tenerle miedo al pelotazo... Recuperé algo del sol que me faltó hasta los nueve. Tantas cosas me dio ese potrero, y no había mucho mas. Cuando sos un pibe pobre, tenes ganas de muchas cosas, como todos, pero las frustraciones de los que viven junto a Vos: tu familia, tus compañeros de la escuela, tu barrio, te repiten despacito en el oído a cada rato: “no vas a poder”.
Hay mucha hipocresía en los discursos sobre Diego Maradona, posiblemente un desconocido hasta para él mismo. El mundo le ofreció dinero, cocaína, fama, placer … a cambio de su futbol maravilloso y del espectáculo inacabable de su ansiedad sin freno. Jamás le permitió dejar de ofrecer la magia de su habilidad. El que nunca intentó horas y horas dominar una pelota de cuero en la tierra y el pasto, hacerla bailar en el aire y meterla en una red a pesar de los once de enfrente, no sabe mas que lo que ve sentado en la platea o frente a un televisor, que es muy poco. El futbol es una experiencia humana, y por eso es un juego social, como la vida. Diego ofreció ese arte. Pero tampoco se le permitió dejar de ofrecer el espectáculo morboso de su herida original nunca curada. Fue una fiesta mostrarlo al borde de la muerte, como un loco que fascina caminando eternamente en la cornisa de su angustia y de su exceso. Un pibe lastimado por el hambre de la infancia, que se vuelve mas dura cuando tiene un balcón a una abundancia inalcanzable. La casa donde nació, la ocupa hoy una familia que cartonea. No hay joda, no hay romanticismo, no hay superhéroes. La puerta que da a la superación de los pobres está cerrada por el óxido. Cuando se abre, se paga un precio muy caro.
Me conmueve escuchar un diálogo telefónico de Diego al terminar el partido con los ingleses y su mamá. “No sabes como alegraste a todos los argentinos” le dice la “Tota”. Y el le contesta: “lo hice por vos mamá”. ¿Cuantos amores gratuitos, sinceros, habrá tenido este pibe envejecido que acaba de morir? Ese canibalismo que lo acompañó en toda su vida se continúa en el destrozo de su cuerpo inanimado. Se parece al juego del gato cuando se le murió el ratón entre las manos y lo agita por el aire para que reviva su placer.
Muchas veces escuché a mis alumnos de la cárcel, hablar de los partidos como un instante de libertad. “En ese rato no estás mas encerrado”.
Se murió un viejo prematuro, lleno de achaques y dolores. Se murió solo, como todos los mortales. Se murió un pibe que jugaba. Si vos podés, llevá una bolsa de comida al comedor o merendero que seguro tenés cerca de tu casa. Y llevales también una pelota, algún libro lindo de cuentos, unos cuadernos, algún juguete. Estamos jodidos mientras tengamos tantos pibes en la calle sin futuro.
Y junto a todos esos que lloraban tratando de pasar delante del cajón, con pocos dientes, con poca guita en el bolsillo, me uno en el silencio. Gracias Dieguito por tanta magia futbolera. Descansá en Paz.

                                                                                                                Francisco Mina
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