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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ideas para compartir. Pedro Ferrari


Marzo de 1993, ingreso a la Escuela de Educación Media N° 2 –hoy Media N° 8- que funciona en la UP 13 de Junín, Buenos Aires, Argentina.
No era la primera vez que entraba al penal. En alguna oportunidad había estado allí, acompañando como preceptor de una “escuela de la calle”(1) un grupo de estudiantes y su profesor de Derecho. En realidad, desconocía cuál era el propósito de la visita, cuál era su finalidad pedagógica.

Recuerdo, sin embargo, con claridad la “percepción” con la que salimos de esa visita después de “ver” y “escuchar”: “vieron (…) después de todo no la pasan tan mal”.
Una frase interesante. Supone, como mínimo, un saber: que allí se la va a pasar mal.
Se trata de un saber-mandato que nos atraviesa sin excepciones.  En ocasiones, escuchamos en las conversaciones de estudiantes en contextos de encierro expresiones tales como: “cuando venga aquí va a aprender lo que es bueno!!!”
Generalmente esta aseveración tiene como correlato, por un lado, una conversación que gira en torno a sus actividades delictivas(2) y la reacción social que las mismas vienen provocando, particularmente desde la década de los noventa a la actualidad (desde la cruzada Blumberg(3) a la cruzada Gimenez/Legrand/Tinelli(4)).
Y por el otro, el impacto que dicha reacción tiene en sus causas judiciales por la presión social que genera en quienes participan, de un modo o de otro, en la determinación de su estado procesal.
En definitiva, aunque la mirada que se invita a posar sobre ella tienda a minimizar sus efectos, la cárcel es un infierno y como tal tiene un mandato: es un lugar para pasarla mal, realmente mal. Y eso es lo que sucede.(5)  
Sin embargo, parece que todo infierno tiene su purgatorio, En nuestro caso: conducta, trabajo y escuela. Esa es la respuesta que dan los muchachos como el ABC para salir lo más pronto que se pueda de este infierno. EL atajo de la libertad.
Parece que ellos supieron buscar y reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno. A primera vista la ecuación parece sencilla, esperanzadora. Sin embargo, se construye sobre la base de una serie de complejidades para nada sencillas de elucidar.
·         En ocasiones insisto en preguntar a mis alumnos: ¡¿acaso hay alguien aquí dentro que no quiera salir lo antes posible?!... aunque me cueste creerlo parece que sí: “aquí hay gente que vive mejor que en la calle profe”, “en la calle no sirven para nada pero aquí dentro son ellos”.
Aunque la respuesta no me resulte convincente, no tengo otra cosa porque nunca tuve la oportunidad de hablar con estos muchachos que mencionan mis alumnos. Nunca tuve la oportunidad de escuchar en sus propias palabras si realmente es así, si realmente viven mejor adentro que afuera, porque ellos no van a la escuela y si van... ¿serán aquellos que en la escuela reciben el mote de “cachivaches”?.
Dicho de otra manera, están afuera de la escuela. Entonces, ¿qué pasa con aquellos potenciales alumnos cuyas palabras no vibran en la misma frecuencia que los alumnos actuales porque ni siquiera vibran? ¿Qué pasa con aquellos potenciales alumnos cuyas palabras nunca fueron enunciadas en las aulas de nuestra escuela en contextos de encierro porque nunca estuvieron allí? ¿Ellos no invitan a la aventura educativa?
·         Por otro lado, son estos mismos muchachos que supieron encontrar el atajo quienes dicen también: “cada vez que estoy en cana hago lo mismo... conducta, trabajo y escuela, esa es la forma de irte más rápido, tenés que olvidarte de los berretines”
Encontraron el modo, el camino, el atajo, descubrieron los mecanismos de la contabilidad penal y se hicieron acreedores de los privilegios: trabajo y escuela. Porque no todos pueden, aunque quieran, asistir a la escuela(6). En definitiva,
“(...) los aparatos disciplinarios jerarquizan los unos con relación a los otros a las "buenas" y a las "malas" personas. A través de esta microeconomía de una penalidad perpetua, se opera una diferenciación que no es la de los actos, sino de los individuos mismos, de su índole, de sus virtualidades, de su nivel o de su valor.” (7)
Ello significa que el camino elegido por nuestros alumnos tiene que ver con “conductas adaptativas”,  con variables comportamentales que lo conectan con el medio, mejor dicho que lo disciplinan.
Entonces, en estas circunstancias, la mirada que se posa sobre aquellos  detenidos que no van a la escuela adquiere otro matiz... pues allí no están ni necesaria ni únicamente los “malos”, allí, entre ellos están, entre otros, quienes resisten el disciplinamiento.
·         Estas condiciones interpelan a la institución escolar en una cárcel desde lugares insospechados. Porque si bien es cierto -en los términos de Kessler- que perdura una valoración la escuela a nivel de imaginario. No es menos cierto que se trata, también de una experiencia de baja intensidad que obliga a las escuelas en cárceles -si quieren de alguna manera resistir al dispositivo de disciplinamiento- a pensar  estrategias de inclusión que, en mi opinión, desbordan las rejas de la escuela en varios sentidos.
Uno de ellos y quizás el más complejo de resolver por la formación docente que tenemos quienes trabajamos en ellas tienen que ver con una cuestión siempre recurrente en nuestras escuelas, mejor dicho en todas las escuelas:
¿La escuela debe adaptarse totalmente a los avatares de los estudiantes?  La respuesta no es simple, porque, a la tentación de exigirle a la escuela una total flexibilización normativa para garantizar la retención , se opone al convencimiento de la necesidad  de un mínimo  de reglas básicas  para el funcionamiento de toda institución en general  y, en particular, de una experiencia escolar con algún grado de intensidad.(8)
El mismo Kessler se encuentra dubitativo en este punto porque la pregunta que nos tenemos que responder es nada más y nada menos: ¿aprenden nuestros alumnos después de tres años de estar con nosotros?,... si es así ¿qué aprenden?... ¿cuál es la intensidad de sus aprendizajes?.  Preguntas que ponen en juego nuestras representaciones sobre lo que hay que enseñar en una escuela.
Pero también esta otra ¿qué sucedió con aquellos potenciales alumnos que quedaron en el pabellón?... ¿fue nuestra escuela en busca de ellos?... ¿ir en busca de los mismos significa hacerlo siempre desde la misma propuesta institucional o será necesaria pensar la misma desde los habitus(9) de esos potenciales alumnos?... evidentemente estas últimas son las preguntas desde las cuales me interpelan los textos de Foucault...




(1)      Expresión que utilizan los estudiantes de contextos de encierro para referirse a las escuela que funcionan fuera de las unidades penitenciarias.
(2)      En primer año es frecuente que los estudiantes -cuando se genera cierta confianza en el grupo- comiencen a intercambiar –entre otras cosas- sobre lugares de procedencia,  amigos comunes, unidades en las que estuvieron, el estado de sus causas judiciales, la falta de códigos de los nobeles delincuentes...
(3)      Empresario textil y político argentino cuyo hijo, Axel Blumberg, fue secuestrado el 17 de marzo del 2004 y posteriormente asesinado por sus captores. Información disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Blumberg
(4)      Información disponible en: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1198655
(5)      “La crítica que solía hacerse al sistema penitenciario, en la mitad del siglo XIX (la prisión no es lo suficientemente punitiva: los presos pasan menos hambre, menos frío, se encuentran menos privados, en resumen, que muchos pobres o incluso obreros), indica un postulado que jamás se ha suprimido francamente: es justo que un condenado sufra físicamente más que los otros hombres.”  Michael Foucault  Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión -2° ed. 1° reimp. - Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2009.
(6)     A modo de ejemplo mencionar la situación que se plantea en estos tiempos en el Centro Universitario Devoto. Información disponible en http://www.facebook.com/?ref=home#!/note.php?note_id=179272862099110&id=737013415.
(7)     Michael Foucault  Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión -2° ed. 1° reimp. - Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2009
(8)     Kessler, Gabriel  Sociología del delito amateur.  Buenos Aires, Paidós, 2004 p. 202
(9)     En el sentido que lo plantea Pierre Bourdieu como estructura estructurante estructurada.

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