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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

martes, 21 de diciembre de 2010

¿Quiere que los saque? Mónica Viviana Estabio

Después de haber leído tan rico material, tan exquisito análisis, después de haber padecido durante días el síndrome de la hoja en blanco, después de hurgar en mi cabeza para seleccionar una escena realmente significativa  y que se prestara para algún análisis enmarcado en los autores leídos pensé que el profesor Francisco se había salido con la suya. Sí había logrado aquello que abiertamente dijo que se proponía: un espacio de reflexión, donde desacostumbremos lo pensado  y lo actuado. Si hasta había despertado el deseo de escribir!


Fue así que decidí que no tenía que irme tan atrás en el tiempo y pensé en esta escena que me agradó tanto, no en sí por el sentido estético, sino porque realmente me había resultado significativa. Lo comenté  con un compañero. Y también en casa. Las prácticas docentes son motivo recurrente de conversación en este hogar.
Transcurrían estos días calurosos de noviembre y había aceptado hacerme cargo de un curso intensivo de nivelación destinado a alumnos que pensaran en seguir un estudio terciario o universitario, en el área de Literatura, centrado básicamente en la lectura de textos con cierto nivel de complejidad. Es de destacar que no existía ninguna obligatoriedad y quienes estaban presentes era de motu proprio. Ciertamente hacía mucho calor a las diez de la mañana, situación que nos obligaba a dejar la puerta y la ventana abierta. Esta última da a lo que llaman campo de deporte. Es habitual el paisaje de algún que otro interno que riega, acomoda los arcos o simplemente corre por el lugar. Lo cierto es que el sol  pegaba de pleno sobre la ventana y nuestra hora transcurría en la lectura entusiasta tantas veces interrumpida por comentarios, algunos previsibles, otros no tanto. Y mientras el análisis avanzaba hasta cuestionar la lógica de la narrativa, iban apareciendo experiencias personales, percepciones diferentes de la realidad, mundos invisibilizados, y vuelta a retomar la lectura. Uno de los muchachos que se refrescaba con una manguera, en cueros él, se acercó a la ventana y permaneció allí aferrado a los barrotes de la reja, siguiendo con atención nuestra lectura, no pasó mucho hasta que otro hizo lo mismo. Los dos allí a pleno sol sosteniendo fuertemente la reja. Los alumnos, de espaldas a la ventana no habían advertido estas presencias. (Yo pensaba en que tenía la remera negra, los rayos solares caerían directamente sobre él). Decía, no habían advertido estas presencias, hasta que apareció el ingrediente del humor en la lectura, y todos reímos, incluso ellos, “los de afuera”.
La primera reacción de quienes estaban adentro fue decirme:- ¿Quiere que los saque? Demás está decir que no asentí a esta propuesta y los de afuera siguieron estando allí, sintiéndose –estimo yo-participados en la lectura, hasta que la hora terminó.
Tal vez estaba asistiendo –en vivo y en directo!- a una situación de las que había leído en los materiales propuestos. Tenía frente a mí a aquellos que desde el “afuera” del sistema producción-consumo, llamado por ellos mismos “el adentro”de la cárcel, se inquietaban por una presencia del “afuera” de ese adentro y como el sistema escolar se basa en roles y disciplinas, estos últimos proponían despejar de la clase esa presencia intrusiva (“no escolarizada”).
Sin embargo creo que se produjo un punto de contacto mágico y misterioso entre los del “afuera-adentro”  con los de “adentro-afuera” (del sistema escolar”) y todo a través de la literatura, vale decir de las palabras, del poder liberador de las palabras, de ese plástico material al que se le puede hacer decir todo tipo de cosa (diría Freud). Esas palabras, que en mi caso, son la herramienta fundamental de mi que-hacer cotidiano, esas palabras que según Neruda, referido al despojo-aporte español en la época de la conquista y que transcribo por su contundencia conceptual:
 Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola...Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... que ellos traían en sus grandes bolsas... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, del los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras. Es de señalar que el papel que cumple la escuela, según  los especialistas, evita en un enorme porcentaje la reincidencia. Dicho de otra manera, el poder de la palabra, en mi visión, incita a adueñarse de ese espacio del “adentro” del sistema para poder insertarse y ya no quedarse en ese “afuera” dentro de la cárcel. Obviamente que esta afirmación generará polémica, pero lo pienso como un aporte para la discusión, una punta para tirar de  ella hasta desenrollar la madeja y ver qué resulta.

Es la militancia docente comprometida en un objetivo superador al de premiar con un certificado a un “interno”disciplinado, que “ha superado El Examen” escolar, sino más bien sumarlo a la discusión de su propio destino “como partícipe necesario”.
Traigo en mi auxilio el caso del “interno”  poeta César Gonzalez, que firma con el seudónimo Camilo Blajaquis, que ha publicado su primer  libro y cuya voz invito a escuchar
Poemas candados
Yo vi belleza en cada paliza
Y en cada requisa planeé  mi futuro.
De los tiroteos quedó  esta mirada.
De años con celda  tengo tantas ganas
De la calle un doctor, maestro y artista
De las horas en visita, mis lecciones de dolor.
Como gira en madrugada, el ritmo de mi poesía.
El chamullo con los pibes, hoy mi única alegría.
De la droga, un turista, un simple consumidor.
Del hambre el resentimiento transformado en mi canción..
Verdugueadas de la yuta, como el sol de cada día.
De esos seres del juzgado, mi alimento de injusticia.
La lluvia sobre las chapas suena sobre mi conciencia.
Da razón a la esperanza,
que va escribiendo mi cuento.
                                                   
De “La venganza del cordero atado”(Ediciones Continente)
César Gonzalez a los 21 años, después de haber estado preso desde los 16 hasta los 20, publicó este, su primer libro de poemas.


Mónica Viviana Estabio
E.E.M.N 8 - JUNIN

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