Pensar la educación en contextos de encierro.
Primeras aproximaciones a un campo en tensión
Profesor: Francisco Mina
Relato: Primera Clase
Una gran decepción me esperaba al llegar al penal. Pensé que quizás no era el mejor lugar para comenzar a trabajar. El edificio imponente se me presentaba amenazante. El ingreso al mismo me resultó agotador. Se me informan los requisitos para entrar: nunca debo olvidarme de entregar el documento por si hay una revuelta con toma de rehenes, no ingresar alimentos, golosinas, ni medicamentos, tampoco entrar o sacar correspondencia de los internos.
Me pregunté ¿cómo construir confianza en un lugar donde la desconfianza es la regla para dar seguridad?
Las puertas se abrieron ruidosamente, el pasillo interminable, las rejas se cerraban, sentí miedo de no poder salir de allí. Los internos que limpiaban el pasillo se corrían a mi paso y bajaban la vista al piso, en actitud de respeto.
Recorrer los metros que me separaban de la puerta de acceso hasta la escuela me parecieron interminables, traté inútilmente de recordar el camino para no perderme en la salida.
La escuela tenía una secretaría muy ordenada y pulcra y un único salón de clases.
Todas las indicaciones que recibí antes de entrar al salón fueron de estar atenta al peligro, en todo momento me recordaban que no estaba en un jardín de infantes.
Al llegar al salón sentía mucha agitación. Unos 25 alumnos se pusieron de pie ante mi presencia. Al verlos mi agitación aumentó, estaban todos vestidos iguales, zapatos negros sin cordones a prueba de suicidios, dicen, uniforme de un color gris desteñido, y el cabello rapado. Los saludo, se sientan y comienzo a pasar lista, grande era mi impotencia al darme cuenta que sus rostros se me hacían iguales, como si un hilo invisible les imprimiera los mismos rasgos, los mismos gestos, las mismas miradas huidizas. De pronto, el gris de sus uniformes invadió todo el espacio, por varios minutos todo se me antojaba gris, sin brillo, intentaba que mi voz fuera más clara, pero sólo emitía sonidos entrecortados. Silencio. Un salón increíblemente silencioso, donde se podía escuchar con nitidez el sonido que las lapiceras producían al chocar con el papel.
La primera impresión de mis alumnos, es que eran fríos, de piedra, de pocas palabras y mirada extraña. Yo apenas podía moverme detrás del escritorio, con los años me di cuenta que ellos y yo compartíamos el mismo sentimiento, teníamos miedo. Si, yo tenía miedo en mi rol de docente en una cárcel y ellos en su nuevo rol de alumnos de secundaria.
Más tarde comprendí también que sus torvas miradas siempre orientadas a la hoja de papel o al pupitre, no era frialdad, sino respeto por mi condición de mujer.
Relaciones con los textos trabajados
La microfísica del poder aparece desde el lugar donde está asentada, alejada de la ciudad, lo que favorece el control, la mirada.
La arquitectura responde al panóptico, es decir se visualizan todos sus pabellones desde una torre de control.
Michel Foulcault ha realizado un análisis genealógico, (Foulcault,M.1982).Se trata de un herramienta de investigación y pensamiento que permite indagar la perspectiva histórica de las instituciones, pero no sólo en el sentido cronológico, es decir apunta a reconstruir las condiciones sociales, económicas, políticas, y los saberes que hacen que ciertas instituciones aparezcan. En el caso de las prisiones, estas vienen a garantizar el orden social, ya que se encierra a todo individuo que pudiera alterar el orden, y así aparecen las cárceles y los manicomios.
En estas instituciones se observa la disciplina y el control de los cuerpos, el espacio homogéneo, jerarquizado, seriado y analítico.
En nuestra constitución hay un artículo que dice: “ Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice” .
Se constituye a la institución carcelaria como un lugar sano y limpio, que restituya la salud perdida de los enfermos que allí habitan.
También el concepto de “limpieza” se utiliza en forma constante, porque es un modo de “limpiar “la suciedad moral del delito. Sin embargo, las cárceles serán definitivamente “sucias”, con una deficiente conservación de alimentos y eliminación de sus desperdicios, una consecuente proliferación de ratas, y una falta de higiene en el sistema de eliminación de la materia fecal.
Las instituciones de encierro se caracterizan por: el estricto empleo del tiempo, un sistema de obligaciones y prohibiciones, y un conjunto de prácticas correccionales para la vigilancia de los sujetos, estos elementos sirven para individualizar y masificar a los sujetos, es decir que el proceso de despersonalización del individuo privado de la libertad se hace evidente, los sujetos se masifican a tal punto que todos parecen iguales, en la medida que pierden sus singularidades, se borran sus particularidades, es decir se borra su subjetividad que siempre es única e irrepetible.
Sólo a través de la despersonalización, se logra el disciplinamiento y el control que aspira la institución.
La educación en las cárceles no nace para enseñar, ni para desarrollar capacidades, ni para respetar los derechos de las personas privadas da la libertad, nace para curar en el marco del modelo correccional, y es en la institución escolar donde se pone en práctica este modelo, señalando al diferente, al desviado, aparece el concepto de peligrosidad como la perversidad constante y actuante del delincuente.
Por lo tanto diferenciamos no solo a personas peligrosas, sino a clases peligrosas, en contrapunto con la “clases laboriosas, es decir nosotros los docentes de las clases laboriosas, debemos tener cuidado de los delincuentes de las clases peligrosas.
Por lo expuesto, educar en estos contextos, no es una tarea neutral. Puede convertirse en una acción para la liberación, o una pieza más del aparato disciplinador y moralizador.
Lo educativo instala un campo de tensiones, en los espacios- tiempos carcelarios: tensión entre una lógica de la seguridad, el control, el disciplinamiento y la posibilidad de instaurar relaciones de cuidado, protección y transmisión de afectos y saberes.
La escuela en contextos de encierro debe posibilitar la recuperación de la palabra (propia y colectiva) y producir nuevos sentidos que permitan modos de subjetivación.
Para lograr salir del lugar disciplinador y controlador que degrada al sujeto en objeto, se debe reinstalar un derecho que ha sido vulnerado y hacer circular el conocimiento, que será apropiado de manera diferente en cada uno cada vez. Sólo así será posible salir de la violencia institucional y lograr la filiación simbólica necesaria para cualquier lazo social.
Los docentes tenemos como misión posibilitar al alumno privado de libertad poder escribir otras versiones de él mismo (más allá de las ya conocidas, violento, delincuente, peligroso), debemos trabajar con otra expectativa, alojar al alumno asumiendo un no saber sobre lo que ese sujeto singular pueda traer entre sus intereses, sus deseos y motivaciones.
Susana Pozo
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