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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

sábado, 2 de julio de 2011

Viejos son los trapos...y los viejos. afe2011

Lucia Carpano
Heredia María José
Buet Débora
Leguizamón Mariel
Paz Victoria Olga
Soimu María Eugenia


Consigna:
Este grupo de estudiantes, eligió un proyecto denominado “Abriendo Puertas”, realizado en el marco de las prácticas pre profesionales de la carrera Lic. en Trabajo Social;  dicho proyecto se diseñó en función de las necesidades e intereses de la población residente del Hogar de Ancianos Municipal “San José” de esta cuidad.
En este trabajo, intentamos describir los distintos procesos que atraviesan a esta población y en esa  unidad indisoluble entre teoría y práctica ambicionamos  construir, deconstruir y (re) significar, sus deseos, necesidades, intereses, historias, y el lugar que les fue asignado en esta sociedad.

En el Trabajo Social con adultos mayores, se considera que las posibilidades y limitaciones, contradicciones y aciertos que existen, tienen relación con los determinantes económicos, históricos, políticos, culturales y sociales, así mismo, la dinámica de las políticas sociales, el papel del Estado,  las instituciones sociales y, principalmente, los sujetos socio-históricos a quienes va dirigida dicha intervención, se encuentran atravesados por las nuevas explicaciones y teorías sobre el envejecimiento. Las estrategias de trabajo con los mayores se fueron diversificando y, al mismo tiempo, impulsando la “modernización” de las estructuras asilares.
A pesar del tiempo transcurrido, y de los cambios históricos, políticos e institucionales que se sucedieron, muchas de las concepciones originarias sobre la atención a los mayores continúan teniendo influencia en los espacios de inserción profesional y en las nuevas propuestas de trabajo, las cuales no llegan a instituirse como planteos superadores.
En palabras de Marilda Iamamoto (1992) “...El trabajo social es una especialización del trabajo en la sociedad, que depende de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, dentro de la dinámica tensa y conflictiva de intereses divergentes de clase en nuestra sociedad...”[1] Es decir, que el profesional está inserto en el mercado de trabajo como trabajador asalariado, y esta condición incide en su desarrollo profesional y en las relaciones de este con otros miembros del equipo de trabajo y con aquellos, que supervisan su intervención.
El trabajo social asalariado se inscribe dentro de un doble juego de demandas: por un lado, las demandas institucionales y, por otro, las demandas de la población; que en ocasiones surgen de diferentes necesidades, intereses y visiones de la realidad.
En las intervenciones con adultos mayores, generalmente, se trabaja buscando la inclusión de la familia en temáticas vinculadas al envejecimiento desde lo  normal/patológico, el vínculo con los mayores, los prejuicios sociales existentes, la prevención de enfermedades o accidentes domésticos, etc. También se realiza orientación y acompañamiento a la familia en el caso de: internaciones médicas y/o geriátricas, enfermedades prolongadas, discapacidad, fallecimiento, etc.
En el nivel institucional, se trabaja con el apoyo de cuidadores domiciliarios, realizando su selección, derivación específica y supervisión permanente, principalmente en caso de no contar con familia.
A nivel comunitario se trabaja generando para los sobrevivientes espacios de pertenencia e integración tales como talleres, celebración de festividades, actividades recreativas y también se fomenta su asistencia a espacios por fuera de la institución.
En este sentido, se puede advertir, que generalmente al trabajar con los viejos, se realizan intervenciones de tipo pragmáticas y sesgadas, se piensa a-priori lo que supuestamente los viejos desean y/o necesitan, para llegar solo a un fin en sí mismo: la distracción y, por ese tipo de concepción, se hacen actividades “recreativas-divertidas”, como una finalidad y no como un medio para poder conocer las subjetividades individuales y colectivas, para poder desarrollar y mantener los sistemas cognitivos-subjetivos de esta población; la posibilidad de  intercambiar experiencias, promoviendo  nuevas situaciones que enriquezcan sus saberes previos, es crucial en la contribución del patrimonio histórico-cultural de la sociedad entera.
“Si, por el contrario, se subraya o hace exclusiva la acción por la acción, al minimizar la reflexión, niega también la praxis verdadera e imposibilita el diálogo. Cualquiera de estas dicotomías, al generarse en formas inauténticas de existir, genera formas inauténticas de pensar que refuerzan la matriz en que se constituyen.”[2] 
Comenzando a describir la experiencia de grupo, se ha tomado para hacer reflejo de la misma, la práctica de campo desarrollada en el año 2009, realizada en el Hogar de Ancianos Municipal San José de la Ciudad de Campana. Las mismas se llevaron adelante durante todo el año, con un previo conocimiento de los residentes en el año 2008, a través de entrevistas personalizadas, tanto a los viejos del Hogar, como también, al equipo interdisciplinario que trabaja en la Institución, las cuáles, junto a otras estrategias de intervención, integraron un proyecto denominado “ABRIENDO PUERTAS”, planificado por este grupo de prácticas.
De esta forma, fue posible en el proceso de inserción y conocimiento, establecer un diagnóstico institucional, desde el cual se pudo analizar los distintos espacios de lucha y poder, lo instituído y lo instituyente, las distintas representaciones sociales y la toma de decisiones en base a teorías tradicionales y hegemónicas, y otras que no lo son; ya que existe una multiplicidad de visiones y estrategias de intervención en el trabajo social que pretenden dar cuenta de la singularidad e individualidad de las personas que conforman la categoría de “adultos mayores”, y de sus necesidades específicas, que varían de acuerdo a diversos factores.
A nivel pragmático, la concepción predominante es aquella que percibe la vejez como una “etapa” de la vida inactiva, desde lo médico-clínico se considera al viejo como un enfermo. Todas estas estigmatizaciones se profundizan cuando la vejez, (como un proceso), se encuentra atravesada por carencias económicas, físicas y sociales. Las primeras se expresan en falta de ingresos, las segundas en falta de autonomía, las terceras en falta de un ejercicio social y ciudadano, las cuáles no se escinden entre sí. Por lo tanto, la intervención se define a partir de lo que las personas mayores no poseen en comparación con otros grupos sociales y de acuerdo con un modelo androcéntrico de la organización y funcionamiento de la sociedad.
De esta manera, se pudo significar que la residencia permanente se constituye como respuesta a la situación de vulnerabilidad atravesada por viejos con carencias económicas, físicas y sociales, y que se manifiestan en una reducción de su autonomía. Si se elimina la necesidad que da origen y sostiene la institución, pierde sentido la existencia de la misma.
En este sentido, las instituciones funcionan como un aparato represivo del Estado, donde se cooptan, se coartan y delimitan las libertades individuales y colectivas y, donde las distintas formas de disciplinamiento, pueden aparecer de manera explícita o de manera implícita.
“El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, sin lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de enderezar conductas; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en masa todo lo que está sometido, separa, analiza, diferencia. Lleva sus procedimientos de descomposición hasta las singularidades necesarias y suficientes”[3]
Estos elementos, relacionados entre sí y ligados a su funcionalidad específica, la de disciplinar, atraviesan la trama institucional y tiñen la intervención profesional, a la hora de intentar alternativas de trabajo que apunten al ejercicio de la ciudadanía y la participación social, en materia de la toma de decisiones  dentro de la Institución y respecto a la participación en espacios culturales y políticos fuera de la Institución; cabe aclarar, que el Hogar de Ancianos San José, cuenta con la libertad de acceder a la decisión de entrar y salir de ella en la franja de horarios establecida para los propios viejos, sin embargo paralelamente, se ha podido vislumbrar discursos y prácticas instituyentes tendientes a la reivindicación de los derechos de los viejos.
Por otro lado, se pudieron reconocer cuestiones ligadas al origen de la profesión en el sentido de atender las manifestaciones de la “cuestión social[4]”, donde la posibilidad de construcción de alternativas con el otro siempre está limitada.
De todos modos, esto no impide el surgimiento de contradicciones e interrogantes respecto de la orientación y el sentido de nuestra intervención: ¿porqué una persona llega a los 60 años de edad sin contar con ingresos económicos suficientes que le garanticen una vida digna sin necesidad de apoyo externo?, ¿porqué no se dirige un plan de vivienda a atender las necesidades de esta población y en cambio se da una resolución vía institucionalización?, ¿porqué un viejo no accede a la atención de su salud en su domicilio?, ¿qué ocurre con las redes a lo largo de la trayectoria vital para evidenciar su fragilidad recién en esta etapa?. En el ejercicio profesional se presentan situaciones en las que las demandas no responden a necesidades reales, y a veces no responden a las necesidades que manifiestan responder.
La residencia para viejos despliega un dispositivo institucional que se impone con la presencia permanente de personal profesional y no profesional, la resolución de servicios como la comida, el lavado de ropa y la limpieza por parte de terceros. Esto genera una dinámica de dependencia y vigilancia constante, donde los adultos mayores ceden espacios de autodeterminación.
Muchas de las intervenciones realizadas en torno de estas necesidades, favorecen su abordaje, sin embargo, en ocasiones, su resolución con el acompañamiento institucional conllevan un efecto no deseado de reducción del accionar del viejo en lo referente a esa necesidad, y por otro lado, el diseño de los espacios de infraestructuras, se encuentra de tal manera organizados, que tanto sea para entrar o salir, comer, dormir, ir al baño, mirar la televisión o salir al patio; sin necesidad de dar explicación comunicativa oral, pueden visualizarse desde cualquier personal de la institución.
“ (…). La de una arquitectura que ya no está hecha simplemente para ser vista, o para vigilar el espacio exterior, sino para permitir un control interior, articulado y detallado –para hacer visibles a quiénes se encuentran dentro (…) una arquitectura que habría un operador para la transformación de los individuos: obrar sobre aquellos a quienes se abriga, permitir la presa sobre su conducta, conducir hasta ellos los efectos del poder.”[5] 
Las residencias para viejos son históricamente las primeras instituciones a través de las cuales se ha implementado la política social hacia esta franja etárea. Este dispositivo ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo del tiempo que incluyen las ya mencionadas concepciones asilares, posteriores orientaciones rehabilitatorias, ubicándose en la actualidad con rasgos ligados a la promoción. Sin embargo, se observa que estas concepciones permanecen vigentes y generan una tensión entre el objetivo histórico y los nuevos planteos ligados a paradigmas de derechos que intentan instalarse.
Sin embargo, la inclusión del concurrente en una dinámica frecuentemente atravesada por normativas y disposiciones elaboradas desde lo institucional favorecen una participación propiciada pero a su vez coercionada por la institución.
En la práctica, se ha intentando constantemente la tendencia a la homogeneización en el grupo de los viejos, como un falso ideal del “lugar feliz”, es así que se pone especial énfasis en  una tarea constante para el grupo, el articular los deseos y las capacidades funcionales de cada uno de los mayores,  invisibilizando así la singularidad de cada  uno de ellos.
Como grupo de prácticas pre-profesionales se planteó la importancia y  la manera de atender a cada viejo considerando siempre su singularidad. Por otra parte, las actividades recreativas-culturales también se plantearon considerando también las áreas de interés de ellos.
Se trabajó en forma individual con cada viejo, prestando especial atención a sus intereses y motivaciones, el grupo de prácticas buscórevalorizar el lugar del adulto mayor como constructor de su propia historia, desde el relato, la palabra viva y la memoria activa, trayendo pasado al presente, trayendo viejas palabras a las anécdotas inéditas, mezclando procesos políticos con poemas y estribillos de tango.
“(…), el diálogo es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe reflexión y la acción de los sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convenirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes. (…). Es un acto creador.”[6]
Este es el parámetro fundamental, por el cual se comenzó a resignificar la práctica estructurada para ubicarnos en la posibilidad de su transformación en praxis.
Por otro lado, desde la institución se presentan aspectos “duros” que son comunes a todos los centros y que responden al “perfil” generalizado del residente, existiendo una tensión entre la construcción de la intervención con el otro y la imposición de modos y tiempos institucionales, fuertemente vinculada con la anterior refiere al grado de participación real que tienen los adultos mayores en los espacios creados para satisfacer sus necesidades, en favor de su desarrollo personal y para mejora de su calidad de vida.
Es decir, que los tiempos de los talleres, propuestos a partir de las necesidades de los viejos; de la necesidad de la palabra, del recuerdo específico y la memoria viva-pensante, del debate, de la comparación del presente “efímero” y el pasado “concreto” “hecho” “creado y recreado”, de lo vergonzante de la política, de las muertes injustas y dolorosas, de la disciplina agobiante y de la lucha por las libertades más sencillas, pero imprescindibles para ser, hacer y deshacer, la necesidad del erotismo en la mirada, el baile y el canto, los inolvidables amores vividos y aquellos que no quieren recordar, pero vienen igual, todo esta construcción e intercambios, están atravesados por un tiempo entre una y dos horas de diálogo y de acción, donde una de las estudiantes del grupo, debe permanecer desde un espacio de “objetividad”, para realizar una observación para la posterior elaboración de un informe evaluativo.
La actual conducción de la residencia propone un rol protagónico del viejo, para lo cual se disponen técnicas de intervención tales como la representatividad mediante un cuerpo de delegados de mayores y la discusión de problemas y propuestas comunes mediante asambleas de residentes. Esta es una tarea compleja que requiere, tanto de los propios viejos como del personal de la institución, el tener que implicarse en la resolución de cuestiones y establecer “acuerdos” en un sentido democrático.
Se busca entonces, construir la intervención con la persona mayor, brindando la posibilidad de elección y decisión que facilite la participación activa de los concurrentes. En este sentido, el espacio grupal de asamblea se establece con el fin de que los viejos sean incluidos en la toma de decisiones. Sin embargo, en la práctica se observan situaciones que devienen de una imposición de tiempos y modos institucionales que se encuentran en permanente tensión con la participación real de los viejos.
El aporte del grupo, consiste en la elucidación de las mismas y en la apertura de un debate que favorezca el replanteo y la discusión de las grandes controversias del trabajo social, interviniendo en instituciones para viejos.
Frente a la actual “cuestión social” que atraviesa gran parte de la población mayor, se destaca la necesidad de una preparación teórica y política del trabajo social como disciplina capaz de articular lo particular de la situación concreta de intervención con las generadas por el proceso histórico social. Esto implica, coincidiendo con Marilda Iamamoto “Dar densidad histórica, competencia intelectual y técnica a nuestras pretensiones”.
En palabras de Gustavo Parra[7], y coincidiendo con él,  creemos que posible “construir una intervención basada en valores que tengan como meta la emancipación del género humano, reconociendo a los sujetos, desde una perspectiva histórica, política y social, como constructores de la realidad social”. El interrogante que se abre a partir del análisis es cómo hacer presentes y sostener estos valores en el trabajo planteado desde las instituciones y políticas existentes. Cómo hacer jugar esta “relativa autonomía” para superar las dimensiones de control social y “tener otra dirección, dirigido a los rumbos de efectivización de los derechos, (...), al ejercicio de las prácticas democráticas a partir de las microexperiencias de la vida cotidiana.” (Iamamoto, Marilda. 1992).
Esta experiencia nos deja una deuda pendiente con nosotros mismos, porque al tiempo de la finalización de las prácticas pre-profesionales, no se acaba la ética constructiva que aprehendemos en el proceso de praxis, quedando así, una “puerta abierta”, para seguir reelaborando la experiencia, o para abandonar la misma desde la ilusión que quizás, algo de la rutina coercitiva y agobiante, en la cual viven día a día los viejos institucionalizados, se hubiese  podido iniciar una transformación hacia la posibilidad, de que los viejos se puedan apropiar de su autonomía y del ejercicio de la misma. 




Bibliografía

·      Castel, Robert. 1997. La metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires. Paidos.

·      Freire Paulo, “Pedagogía del Oprimido”. Capítulo III La Dialogicidad: Esencia de la educación como práctica de la libertad. Dialogicidad y diálogo.

·      Foucault Michel. “Vigilar y Castigar” – Nacimiento de la Prisión. Cap. II. Los medios del Buen encauzamiento.

·      Iamamoto, Marilda Villela. (1992). “Servicio social y división del trabajo” - Un análisis crítico de sus fundamentos - Cortez Editora. Sao Paulo.

·      Parra, Gustavo. (2002). “Los proyectos socio- profesionales en el trabajo social argentino. Un recorrido histórico”. En Nuevos Escenarios y Práctica Profesional. Una mirada crítica desde el trabajo social (varios autores). Espacio Editorial. Buenos Aires.





[1] Iamamoto, Marilda Villela. (1992). “Servicio social y división del trabajo” - Un análisis crítico de sus fundamentos - Cortez Editora. Sao Paulo.
[2] Freire Paulo, “Pedagogía del Oprimido”. Capítulo III La Dialogicidad: Esencia de la educación como práctica de la libertad. Dialogicidad y diálogo.
[3] Foucault Michel - Vigilar y Castigar – Nacimiento de

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