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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

viernes, 1 de julio de 2011

Juan quiere ser libre. afe2011

Marianela Buet / Mariné Kehoe / Ana Rosa Perdomo / Cecilia Villa


Para este análisis utilizaremos una situación ocurrida en la salita de 4 años de un jardín de infantes en el que trabaja una de las integrantes del grupo como integradora escolar y acompañante terapéutica de un niño con TGD (trastorno general del desarrollo),

Estando en la salita, mientras todos los niños esperaban sentados en sus sillas que la maestra diera la consigan de la tarea a realizar, el niño que la compañera integra intenta escaparse por una puerta que daba a un patio interno, la puerta estaba cerrada con llave y el niño lejos de resignarse comienza a tirar con toda su fuerza intentando abrirla. La maestra señala esta actitud diciendo: Miren, Juan quiere ser libre. Los niños responden: si, quiere ser libre, y uno acota: pero en el jardín no se puede ser libre, hay que quedarse sentado y portarse bien, entonces la maestra concluye: claro, sino después no entendemos que es lo que hay que hacer, hay que escuchar a la seño.


A partir de esta situación, a primera vista risueña, pero que envuelve infinidad de cuestiones que podemos pensar con respecto a los textos leídos, se abren multiplicidad de interrogantes que nos van a ir guiando en este análisis.

El primer interrogante que nos surge es sobre el señalamiento que hace la maestra sobre la actitud de escape del niño. En realidad lo más llamativo no es el señalamiento en sí sino la explicación que encuentra para esa actitud.
Frente a esto se nos ocurre pensar dos cosas, por un lado cual será el fundamento de ese señalamiento y que efectos tendrá sobre los niños en una institución que se basa en el poder disciplinar, entendido éste como lo define Foucault en su libro Vigilar y Castigar: “El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de “enderezar conductas” (…) No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas” y agrega “ La disciplina “fabrica” individuos; es la técnica especifica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente”.[1]
Mientras que por otro lado nos preguntamos acerca de la relación que aquí se presenta entre la libertad y la educación.

Con respecto al primer punto señalado anteriormente se puede pensar que la maestra aquí señala lo distinto, lo que sale de la norma. Es decir, siguiendo la línea de Foucault podemos decir que el poder disciplinario en el que se funda la escuela de la modernidad normaliza, establece una norma como parámetro para categorizar las acciones, actitudes y desempeños como buenos o malos. Normaliza y con esto homogeiniza, pero al mismo tiempo que realiza esta homogeinización individualiza permitiendo las desviaciones. Al decir de Foucault: “…el poder de normalización obliga a la homogeneidad: pero individualiza al permitir las desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias ajustando unas a otras”[2]

De alguna manera también ese señalamiento de lo distinto refuerza la categorización entre lo bueno y lo malo, refuerza esa norma establecida. A esto lo podemos pensar a partir de la reflexión que hace el niño sobre que es lo que hay que hacer en el jardín: quedarse sentado y portarse bien.

En este punto podemos citar también a Foucault cuando habla del moldeamiento de los cuerpos, de los cuerpos dóciles que fabrica la disciplina “La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos "dóciles". La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos de utilidad) y disminuye esas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una "aptitud", una "capacidad" que trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta.”[3] Esto que plantea el niño que en el jardín hay que quedarse sentado puede ser un ejemplo de este sometimiento de los cuerpos. En las instituciones escolares es muy clara esa sujeción del cuerpo. También recuerda una compañera que en su paso por la escuela primaria, estando sentada de costado en su silla la maestra le pide que se sentara “bien”. Podemos pensar en qué es sentarse bien. Hay allí una norma que además de delimitar lo bueno de lo malo somete al cuerpo a esa delimitación. Seguramente en ese momento no hizo falta nada más que ese pedido para que la compañera se sentara mirando hacia delante.

Por otra parte cabe señalar lo mencionado por la maestra cuando refuerza la idea de portarse bien expresada por el niño diciendo que sino después no saben lo que tienen que hacer, podríamos agregar nosotros que si no sabemos lo que tenemos que hacer, probablemente no podamos desarrollar la actividad y eso traiga aparejado algún castigo.

Como sabemos el castigo disciplinario tiene por función reducir las desviaciones, así es que en este caso si un niño intentara escaparse, desviarse de la norma, seguramente recibiría un castigo que intentaría corregir esta desviación. Dice Foucault “…el efecto correctivo que se espera no pasa sino de una manera accesoria por la expiación y el arrepentimiento: se obtienen directamente por el mecanismo de un encauzamiento de la conducta.”[4] Lo que también plantea es la forma que toma este castigo dentro de la disciplina, y dice: “El castigo disciplinario es, en una buena parte al menos, isomorfo a la obligación misma; es menos la venganza de la ley ultrajada que su repetición, su insistencia redoblada”[5] Siguiendo con el hilo de nuestra situación, podemos pensar que un niño que intenta escaparse de la sala en lugar de quedarse quieto en su silla como es “debido”, tendrá como castigo precisamente eso. Deberá pasar sentado mas tiempo del que esta establecido para que aprenda a ajustarse a la norma, para enderezar su conducta.

Ahora bien, también es interesante pensar en la relación que se expresa aquí entre la educación y la libertad. Tanto la maestra como los niños dejan claro que el querer ser libre allí dentro no esta bien. Esto expresa claramente como la sujeción se ha hecho carne, como la disciplina lejos de hacernos libres y críticos para poder cuestionar la norma nos deja sujetos a ella resignando la posibilidad de libertad.

Por qué no esta bien ser libre en la escuela?, por qué no esta bien cuestionar ese orden ya establecido?, por qué tengo que permanecer sentado?, por qué no podemos salir todos corriendo por la puerta hacia el patio?

Y ante estas preguntas que nos surgen pensamos que quizás sea Freire quien pueda ayudarnos a construir algún espacio donde poder pensarlas.

A partir de este autor podemos pensar que el campo de la educación no siempre es sujeción y sometimiento. Hay otras maneras posibles de pensarla. Lo que Paulo Freire plantea es que ese sometimiento es siempre dominación, opresión y que la educación debe ser un arma liberadora que nos permita transformar el mundo en que vivimos. Claro está que esta práctica de libertad tiene características muy diferentes al sojuzgamiento y acatamiento de las normas disciplinarias y sobre todo plantea otra circulación de la palabra.

En nuestra situación es la maestra la que delimita las tareas, es ella quien tiene la palabra que autoriza o desautoriza. Como bien lo dice, hay que escucharla, no dialogar con ella.

Paulo Freire en su Pedagogía del oprimido plantea a la palabra, que en su decir es dialogo mismo, como transformadora. Los hombres al pronunciar el mundo pueden problematizarlo y así transformarlo. “La existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir, humanamente, es “pronunciar” el mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento”[6]

Lo que propone Freire a partir de esta pedagogía es que los hombres sean dueños de su propia palabra, y es así que caeríamos en un error si creyéramos que nuestra maestra lo es.

A pesar de tener un lugar de autoridad, también la maestra debe saberse acallada, debe tomar conciencia del lugar que ocupa y construir junto con otros las palabras verdaderas que le permitirán  la liberación. Ante esto plantea Freire: “…no pueden los dominados, los oprimidos, en su nombre, acomodarse a la violencia que se les imponga, sino luchar para que desaparezcan las condiciones objetivas en que se encuentran aplastados.”[7] Y agrega “…es necesario que los que así se encuentran, negados del derecho primordial de decir la palabra, reconquisten ese derecho prohibiendo que continúe este asalto deshumanizante.” [8]

En este planteo la educación es el medio para alcanzar la libertad, el proceso educativo es un proceso creativo colectivo y transformador que va a permitirle a los hombres tomar conciencia del lugar que ocupan en el mundo y en esa toma de conciencia se transformará su existencia. Es esa concientización la que los hará mas libres ya que generará la condición de posibilidad de la transformación del mundo en el que viven.

Freire dirá:”La Pedagogía del oprimido, deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.”[9]

Durante este recorrido fuimos ensayando algunas posibles lecturas de nuestra situación,  que seguramente refleja lo que se vive diariamente en las escuelas, nos hemos preguntado y hemos discutido y reflexionado acerca de esta realidad que se nos presenta como docentes o como futuros. Pero estas reflexiones exceden a ese rol. Estas reflexiones nos han llevado a poner en discusión nuestras prácticas cotidianas y nuestra relación con los otros. Nos ha llevado a cuestionar en algún punto nuestro lugar como hombres que habitamos este mundo. También nos ha abierto más interrogantes que nos permitirán seguir avanzando en nuevas reflexiones que nos hagan abrir la puerta hacia la libertad y no quedarnos sentados en nuestra silla.

Quizás esta frase de Freire sea un buen final y un buen principio para nuestras carreras docentes. La lucha ya no se reduce a retrasar lo que acontecerá o asegurar su llegada; es preciso reinventar el mundo. 
La educación es indispensable en esa reinvención”.




[1] Michel Foucault. Vigilar y Castigar. Disciplina. Punto II. Los medios del buen encausamiento.
[2] Michel Foucault. Vigilar y Castigar. Disciplina. Punto II. Los medios del buen encauzamiento / El examen.
[3] Michel Foucault. Vigilar y castigar. Disciplina. Punto I. Los Cuerpos Dóciles
[4] Michel Foucault. Vigilar y Castigar. Disciplina. Punto II. Los medios del buen encausamiento / La sanción normalizadota.
[5] Michel Foucault. Vigilar y Castigar. Disciplina. Punto II. Los medios del buen encausamiento / La sanción normalizadota.

[6] Paulo Freire. Pedagogía del oprimido. Capitulo III. La dialogicidad: Escencia de la educación como práctica de la libertad. Dialogicidad y diálogo.
[7] Paulo Freire. Pedagogía del oprimido. Capitulo III. La dialogicidad: Escencia de la educación como práctica de la libertad. Dialogicidad y diálogo.

[8] Paulo Freire. Pedagogía del oprimido. Capitulo III. La dialogicidad: Escencia de la educación como práctica de la libertad. Dialogicidad y diálogo

[9] Paulo Freire. Pedagogía del oprimido.


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