Margarita Kimayr
Carlos Tomatis
Silvia Tomatis
Silvia Ventancú
Norberto Berra
Norberto Berra
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Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca,
hay que medir, pensar, equilibrar,
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Gabriel Celaya, Educar
Luego de un largo descanso estival, comienzan los preparativos físicos y psicológicos que significa el comienzo de un nuevo año escolar.
Mi cabeza se llena de interrogantes, tales como ¿cómo serán los chicos este año? ¿cuáles serán sus intereses? ¿qué esperarán ellos de mí? ¿lograré captar su atención?.
Todos estas preguntas que me invaden, me generan un cierto nerviosismo que se afloja una vez parada delante de ellos y haciendo las presentaciones de estilo.
Las escuelas son generadoras de conflictos, como cualquier otra institución que comparten personas, donde los alumnos y docentes van con muchos ideales, ilusiones e intereses que muchas veces son incompatibles.
Lentamente con el pasar de las horas de clase, se va creando una cierta confianza respetuosa con la mayoría de ellos, pero unos pocos empiezan a mostrar sus resentimientos, sus desacuerdos, sus clásicos “aburrimientos” por todo, sus deseos de estar en otro lado, lejos de la escuela y de todo lo que ella signifique; y recién ahí empieza mi arduo trabajo, una labor que cuesta horas de conversación , de cambios de opinión, de stress, pero también de bronca y de impotencia, cuando siento que no puedo llegar a alguno de ellos y además que él o ella empieza a molestar al resto.
El malestar va creciendo día a día. “Es difícil motivarlo para el aprendizaje”. “Se trata muy mal con sus compañeros, se agrade con ellos física y verbalmente y hasta me falta el respeto.”
Me siento impotente y desamparada, sobrecargada y exigida, y ni siquiera mi sueldo justifica este sacrificio
Es en ese momento, donde busco la transformación e insisto en ella hasta lograr traspasar el muro que el chico levantó a su alrededor. Busco estrategias y la manera para que el chico aprenda, hago que se sienta que es capaz.
Estos chicos ya son automáticamente estigmatizados, porque su rechazo no es ante tal o cual materia, sino que es con todo lo que la escuela significa. Y ni los castigos, ni el aparato disciplinario de Foucault hará que cambien sus conductas, por lo tanto serán jerarquizados como “malas” personas por toda la institución, tanto así que hasta algunos compañeros también así lo creerán. Lamentablemente es esta estigmatización que los hace cada vez más difíciles, y cada vez se cierran más al diálogo.
Inclusive podemos ver más allá, y la realidad es que muchos de estos mismos chicos son los que también reaccionan fuera de la escuela, a veces en forma violenta, otras delinquiendo. Entonces, ¿qué pasa realmente con estos chicos?
La marginalidad y exclusión hacen evidente la desigualdad y la expulsión social.
“El diálogo es una exigencia existencial” dice Freire, pero ya están marcados, etiquetados, entonces ¿cómo puedo dialogar si no tengo fe en los hombres?
“Fe en su poder de hacer y rehacer” según Feire “de crear y recrear””Fe en su vocación de ser más, que no es privilegio de algunos elegidos sino derechos de todos los hombres.”
Son muy sabias las palabras de Freire cuando dice que : “la fe en los hombres es un dato a priori del diálogo”.
Gracias a esta fe, podremos dialogar y responder al desafío que nos significa enfrentar a toda la mala predisposición de unos pocos y quizás, llegar a alguno de ellos, conociendo sus necesidades y deseos, dejando nuestros propios, por un momento, a un costado, y así poder organizar la educación, la institución y las clases.
Muchas veces aparece en mí este sentimiento de querer renunciar al diálogo; siento como si fuera inútil todo intento de acercamiento hacia el otro, sin embargo llegar a uno sólo de ellos, personalmente, es una enorme satisfacción, es un sentimiento de placer increíble. Es por eso que intento una y otra vez.
Más allá de si entiende los contenidos de la materia, más allá de si estudia o no, encontrar la forma de dialogar con uno solo de ellos, lograr esa comunión dialógica es impagable, porque la interrelación con la mayoría “sin problemas” es muy fácil; el verdadero logro es llegar a la persona “difícil”.
Pero ¿cómo poder llegar a estos chicos cuándo ya desde la casa vienen con una mirada de la realidad tan golpeada que me escuchan como si estuviera contando un cuento de hadas? ¿cómo poder hablar con ellos cuándo ya no creen en nada? Estos chicos que no tienen visión de futuro, sólo les interesa vivir el presente, y en este presente por su puesto, no está incluida la escuela, de la cual dicen una y otra vez que concurren por obligación.
Esta es la realidad de la que tenemos que tomar conciencia.
Creo firmemente que la base de todo esto, es no perder nunca las esperanzas de que esta situación se puede revertir y aunque estos pocos chicos nos lleven hasta los límites que podemos soportar, nunca aflojarles o mostrarles el cansancio. “Tampoco hay diálogo sin esperanza” La desesperanza es también una forma de silenciar, de negar el mundo, de huir de él. La deshumanización no puede ser razón para la pérdida de la esperanza, sino que, por el contrario, debe ser motivo de una mayor esperanza....” “Me muevo en la esperanza en cuanto lucho y, si lucho con esperanza, espero”
Creo que ellos nos están constantemente probando y tratando de quebrarnos, pero con persistencia , paciencia, mucho diálogo y no esperando ningún cambio de inmediato, es posible lograr sobrellevar los momentos de la mejor forma posible. Dice Freire ”El diálogo es el instrumento de comunicación que permite la colaboración comprometida para la construcción de un mundo solidario, fraternal, sin subordinaciones. El reconocimiento mutuo y recíproco de los seres humanos evita opresiones y discriminación.”
Nadie dijo que esto sería fácil y de hecho no lo es.
Ejercer el autoritarismo, desconociendo la realidad del alumno, intimidándolo, puede generar tanto miedo, como ira, desobediencia , violencia o deserción; pero ser por demás permisivo también produce situaciones de desorden, apatía y violencia.
Encontrar el equilibrio es el arduo trabajo, el cual expuse en el segundo párrafo del presente relato.
En cuanto a los temas específicos de la materia, dejo que toda la clase, a través de una votación, elijan el o los temas que quisieran ver en mis horas y armo el programa de acuerdo a esta votación. Dentro de la planificación trato de incluir todos los temas elegidos y además de alguna forma agrego conocimientos de Estado, Democracia y Constitución Nacional. La base de las clases es mucha charla, incluyendo en la misma valores y principios. Es un intercambio de experiencias y pensamientos; aceptando las críticas y criticando. Una relación de respeto mutuo. Debatiendo. Reflexionando el uno con el otro. Esta es la hora de clase a la que trato llegar, pero continuamente mediando y negociando con los alumnos.
¡No hagamos nada! Gritan al unísono los chicos. ¿De qué sirve lo que estamos viendo?¿Para qué, si igual todo sigue igual?¿Para qué, si no nos sirve de nada?¿Para qué si no vamos a cambiar nada? y los temas los eligieron ellos ..............................................
Ahí comienza un nuevo diálogo, una nueva mediación, recordarles lo importante que son para nosotros, los adultos, para el país, para el mundo y para ellos mismos.
Cambiar las estrategias, jugar al ahorcado, a dígalo con mímica, dibujar, buscar en las revistas, en los diarios, etc. Los chicos son muy exigentes hoy en día, muy curiosos, muy realistas.
¿Cómo explicarles el art. 14 y 14 bis de la Constitución Nacional ? La mayoría de ellos ven todos esos derechos tanto civiles, políticos, económicos como culturales vulnerados diariamente.
¿Cómo explicarles los tratados de derechos humanos, cuando muchos de ellos son discriminados por como se visten, del barrio que vienen, la música que escuchan?
¿Cómo explicarles los derechos que tienen cuando las garantías no están funcionando como debieran?
No creo que la educación en Argentina se resuelva ampliando las oportunidades de acceso a las escuelas, si les ofrecemos a nuestros chicos más de lo mismo y no readecuamos nuestro trabajo a sus necesidades. Ciertamente la labor para nosotros, los docentes, es doblemente exigente. Es una tarea de largo aliento, que requiere de imaginación y energía y que difícilmente puede seguir aquel que tiene tantas escuelas, que apenas tiene los minutos para llegar a las diferentes clases.
¿Cómo poder revertir esta situación, si es de la única forma que el docente puede subsistir?.
Dijo Guillermo Jaime Etcheverry,”la ignorancia de los jóvenes es nuestra propia ignorancia y el hecho de que ellos no comprendan lo que leen en los libros, que casi no leen, no implica que no comprendan lo que les enseña la sociedad, vinculado con la cultura del facilismo y del mínimo esfuerzo.”
Reconozco que una y otra vez, cuando llego al punto del quiebre, cuando creo que nada tiene sentido, que nada vale la pena; me detengo por unos cuantos minutos y pienso y medito, intento ponerme en el lugar del otro, pensar sus necesidades, pongo primera y arranco de nuevo. Innovación continua, tratando de encontrar la forma de llegar a ellos .
Este proceso transformador reclama constantemente mi actualización de contenidos, mi capacitación.
¿Cómo lo logran mis colegas cuando están desde las ocho hasta las veintidós ocupados con una tras otra clase?
He tenido que comprar y leer libros, diarios, mirar en Internet y más libros para preparar una sola clase. Actualizarme e incluir a esto normas y leyes. Preparar afiches. Buscar películas acordes al tema y a la edad. Pensar que juegos hacer.
Estamos dejando a nuestros chicos en el vacío de conocimiento, por no querer cambiar nuestras estrategias y prácticas. Aunque las políticas educativas no propicien un acompañamiento que revalorice nuestras tareas, creo que el cambio es igualmente posible, si todos nosotros, los docentes, lo trabajamos desde las bases mismas del sistema. Si nosotros generamos el cambio, al Estado no le quedará otra alternativa que acompañarnos.
CONCLUSIÓN
Un alumno me preguntó ¿para qué viene a darnos clase si usted ya tiene otras actividades? ¿por qué se toma tanto trabajo en hacer los afiches, en buscar información, en sacar las fotocopias?
Son mis alumnos, no importa si son carenciados o pudientes, bien o mal hablados, educados o rebeldes, voy a intentar de todas formas posibles llegar a ellos con mis conocimientos y experiencia de vida, usando cuanta estrategia pueda imaginarme y si no sirve, buscaré otra.
No me rendiré jamás, aún llegando a los límites insoportables, lo volveré a intentar. Dialogaré una y otra vez con todos y cada uno de ellos y escucharé sus necesidades, sus deseos, sus preocupaciones. Transformaré mis prácticas áulicas de tal forma que les transmitiré los contenidos de la materia, usando sus propias miradas, sus propias experiencias de vida.
Ya lo dije, no es fácil, pero es un verdadero desafío, que tiene sus recompensas, sólo hay que abrirse, sacarse la venda de los sentidos, y estar atento a todo cuanto sucede a nuestro alrededor. Dialogar no es sólo hablar, sino también escuchar el discurso del otro y respetar sus silencios.
Y así llegamos de nuevo al fin del año escolar, y el receso estival comienza; me siento por un momento a pensar los resultados y fracasos obtenidos durante el año con cada clase y con cada chico, y planeando los nuevos cambios que realizaré al comienzo del próximo año y disfrutando el encuentro con alumnos que me paran por la calle para saludarme a intercambiar momentos conmigo.
Los mismos alumnos que una y otra vez se acercan a saludarme a la entrada y salida del colegio.
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