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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

domingo, 15 de mayo de 2011

Usted también me va a decir que soy malo?... (AFE 2011)

Análisis Filosófico de la Educación
Tramo Pedagógico para profesionales y técnicos
Prof. Francisco Mina
Alumnos:
Zorrilla  Eliana – Analia Grappa – Mariela Spina – Maria Marta Olano – Ercilla Aranzadi – Marcelo Vaz - Carlos  Cuenos

TRABAJO PRÁCTICO  Nº1.-

Al momento de elegir una experiencia vivida como docente no fue fácil ya que todas son diferentes y tienen distintas implicancias.
Hay una pregunta que nos reiteramos a menudo que es la siguiente ¿Cómo debemos enseñar una asignatura? Y la respuesta siempre difiere. Creemos y acordamos que eso es lo más interesante y desafiante para un docente.

A continuación voy a relatar una experiencia llevada a cabo en una escuela de la periferia de la ciudad de Zárate, con un grupo de alumnos carenciados económica y emocionalmente.
Al principio fue difícil vincularme a ellos hasta que me di cuenta y trate de entender que un grupo es un conjunto de personas individuales y que cada una pertenece a una cultura diferente con modelos de identificación distintos y con estímulos acorde al encuadre familiar de cada uno de los alumnos e inclusive el mío en el rol de docente.
Una de las presiones de la educación es la aprobación. El hombre que tiene una profesión es “más” respetado que el obrero manual. Pero la pregunta sería ¿respetado por quién? Los sociólogos contemporáneos hablan de la aprobación del “propio grupo de referencia”: aquellos individuos en quienes uno busca orientación para obrar, para la definición de lo posible, para la aprobación fundamental. Pero ¿qué es lo que hace que este individuo busque aquel grupo de referencia particular? Lo que es, al parecer, eficaz es un proceso que llamamos identificación. Esto, estimo ha sido uno de los principales elementos tenido en cuenta para modificar la conducta de los alumnos que en las primeras clases era insostenible ya que no lográbamos considerarnos como iguales desde el plano de personas y eso hacía que costara la comunicación muchas veces en gran medida. Esto imposibilitaba desarrollar la clase como estaba planificada.
Después de varias charlas y puestas en común desde lo personal y contando nuestras experiencias sentimos que habíamos logrado “ser como” esa figura con la que nos identificamos. Para mi era importante que ellos pudieran considerarme como igual con las mismas emociones, sentimientos y miedos ante lo desconocido.
El término identificación suele reservarse para esas fuertes adhesiones en las que hay una gran parte de dispendio emocional. Pero hay formas de identificación más moderadas  llamadas modelos de competencia. Son héroes disponibles y seguros, con los que uno puede establecer una acción recíproca. En el proceso de enseñar, el maestro transmite actitudes ante un tema y en realidad actitudes ante la propia labor de aprendizaje. El docente tiene que establecer una acción recíproca, tiene que formar parte del diálogo interior del alumno: alguien cuyo respeto anhela, alguien cuyo nivel desea alcanzar. Es como esforzarse por hablar una lengua compartida con alguien. El lenguaje de esa acción recíproca llega a formar parte de uno mismo y las normas de estilo y claridad que uno adopta llegan a ser parte de nuestras propias normas. Diré algo sobre un último motivo intrínseco que está estrechamente relacionado con la voluntad de aprender, tal vez deberíamos llamarle reciprocidad, pues entraña una profunda necesidad humana de responder a los otros y de obrar conjuntamente con ellos en pos de un objetivo.
Los recursos utilizados por mi para lograr esta reciprocidad fueron varios, algunos dieron resultado positivo quizás otros no tanto pero esto nos pasa a diario, lo importante es tener la capacidad de y la apertura necesaria para lograr un proceso de enseñanza y aprendizaje óptimo.
Recuerdo que en ese grupo había un alumno que todos los fines de semana, decía él, era corrido por la policía ya que se juntaba con otros chicos del barrio más grandes, algunos de ellos con causa judicial en el Juzgado de Menores. Lo primero que hice fue citar a sus padres, después de varios intentos vino su madre. Ella manifestó que no podía controlar a su hijo, era un niño de 12 años, que estaba sola para criarlo y que tenía que salir a trabajar de cartonera por lo tanto no podía ocuparse de él.
También era notorio que sus mismos compañeros no lo aceptaban en el grupo y él se angustiaba cada vez más. No queríamos que dejara la institución ya que creíamos que era el único refugio de contención del alumno.
Es importante señalar que fue un trabajo en grupo ya que tanto la dirección de la escuela como el equipo de orientación escolar, mancomunamos esfuerzos y distintas estrategias para lograr una convivencia aceptable. Sinceramente le pusimos mucho esfuerzo y amor a la tarea y con el correr del tiempo las relaciones mejoraron.
Al contar esta situación recordé y asimilé con el texto de estudio en el párrafo donde  describe “La resolución de Javier Garnica, que también a mí como al autor me impacto por su simpleza y efectividad: “La idoneidad y la tenacidad de revertir de pobreza de los alumnos para que tengan las mismas oportunidades, en igualdad con los que provienen  de sectores más favorecidos. ¿Es esto lo que pienso cuando estoy educando?  Seguramente no, por lo menos como un ejercicio o una práctica diaria. Será una tarea, un compromiso ético y mi nueva propuesta personal”.
También recuerdo que el alumno reiteradamente manifestaba que estaba cansado de castigos, de que era señalado como la oveja negra, se sentía excluido, era habitual que me dijera Usted también me va a decir que soy malo?...
Al hacer un análisis con el material bibliográfico podemos encuadrarlo en el texto de Vigilar y castigar nacimiento de la prisión, de Michel Foucault.
“…El maestro debe evitar, tanto como se pueda usar de castigos, por el contrario debe tratar de hacer que las recompensas sean más frecuentes que las pena, ya que los perezosos se sienten más incitados por el deseo de ser recompensados como los diligentes que por el temor de los castigos, por lo cual se obtendrá un fruto muy grande cuando el maestro obligado a usar del castigo, conquiste si puede el corazón del niño, antes que aplicarle aquél…”
También voy a hacer referencia al texto de Paulo Freire” pedagogía del oprimido, cap. III La dialogicidad”
El diálogo con el alumno en cuestión costó más que con el resto ya que no era hábito de él llevarlo a cabo pero de a poco primero con el alumno en particular y después con el resto de la clase se hizo algo habitual que lo fomenté cada vez con más frecuencia. Las estrategias utilizadas fueron emplear distintos juegos didácticos para que además lograran divertirse ya que el nivel de agresividad entre ellos y para conmigo era elevado. Muchas veces intervinieron en estos juegos la directora, alguna otra docente y me acuerdo de una mañana lluviosa  que hasta jugó una de las auxiliares, mientras otro grupo amasaba tortas fritas.
Por eso coincido con el autor de referencia cuando dice que “el diálogo es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convenirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes.
Es así como no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. No es posible la pronunciación del mundo, que es un acto de creación y recreación, si no existe amor que lo infunda. Siendo el amor fundamento del diálogo, es también diálogo. De ahí que sea, esencialmente, tarea de sujetos y que no pueda verificarse en la relación de dominación. En ésta, lo que hay es patología amorosa: sadismo en quien domina, masoquismo en los dominados. Amor no. El amor es un acto de valentía, nunca de temor, el amor es compromiso con los hombres. Donde quiera exista un hombre oprimido, el acto de amor radica en comprometerse con su causa. La causa de su liberación. Este compromiso, por su carácter amoroso, es dialógico.”
Creo que fue una de mis mejores experiencias como docente, finalmente el grupo se comunicó mejor desarrollando la asignatura, cumpliendo con los objetivos propuestos pero tengo la obligación de manifestar que el alumno en cuestión a pesar de todos y de cada uno de los que participamos en esa historia,  inclusive de él, abandonó la escuela. Intentamos por todos los medios de que volviera pero no fue posible. Al principio sentimos mucha impotencia y tengo que confesar que también sentí mucha tristeza porque fue imposible no afectivizar la relación con él, pero después de un tiempo de procesar la cuestión, creo que todos aprendimos la lección y nos sirvió a cada uno para nuestra vida personal y profesional, sostengo que también al alumno lo ha ayudado, por lo menos pudimos presentarle otra forma de encarar los problemas que la vida nos depara.
Me viene a la mente algo que una vez estudié y que decía lo siguiente: Una cultura es un conjunto de valores, destrezas y modos de vida que ninguno de sus miembros domina. El conocimiento en este sentido es como una soga, cuyas fibras no tienen más que unos cuantos centímetros del largo total, pero que una vez entretejidas dan resistencia al conjunto. La forma en que hemos dirigido nuestro sistema educativo no ha considerado este carácter independiente de nuestro saber. Contamos con profesores y alumnos, con expertos y profanos, pero la comunidad del aprendizaje con frecuencia suele pasarse por alto. Lo que debe estimularse es algo parecido a esa toma y daca de los seminarios en los que la discusión es el vehículo de la enseñanza. Esto es reciprocidad.
También puedo relacionar la experiencia del alumno con la película “El cartero”, vista en clase donde ahora estoy en condiciones de afirmar que la inclusión del alumno le hubiese permitido descubrir su propio mar.

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