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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

lunes, 22 de octubre de 2012

Adicciones y Juventud, Mitos y Realidades.


por Francisco Mina

(Exposición en la Jornada sobre Drogadependencia, organizada por la Secretaría de Desarrollo de la Municipalidad de Campana y la Escuela de Formación Proyecto UNO, el 27 de Agosto de 2012 en el Centro de Exposiciones del Club Esso)

Quiero agradecer a la Sra. Intendente Stella Maris Giroldi y al Secretario de Desarrollo, Licenciado Mauro Di María, por invitarme a participar de esta jornada.

Discutíamos en algún momento el nombre de esta conferencia: “Adicciones y Juventud, Mitos y Realidades”. En la década del 80, había un antropólogo que estaba de moda y había publicado un libro que se llamaba ¨ Mito y realidad”, recuperando la cuestión mítica como un saber profundo. Los mitos, en nuestro lenguaje habitual, tienen que ver con construcciones un tanto ideales, poco asentadas en la realidad. A eso llamamos vulgarmente “mitos”. Son esas cosas poco comprobadas que nos decimos mutuamente para quedarnos tranquilos, para “decir algo”. Porque ante las cosas “pesadas”, algo hay que decir. Es esto que sucede en los velorios: uno debería callarse, pero es imposible, porque callarse es comerse el dolor, por eso hay que decir algo. No hay nada más humano que contar chistes en los velorios, porque es la manera de conjurar la muerte. Por esta razón, los mitos sobre las adicciones, son un conjuro contra la carga de dolor y muerte que el consumo de drogas encierra.

Hay una realidad que Daniel De Angelis explico muy bien y que tiene que ver con el consumo mismo, sobre todo entendido como entretenimiento, que es tan viejo como el hombre mismo. Porque las drogas nunca salieron de su escondite a perseguir a los hombres, nosotros hemos cultivado prolijamente cosas que nos hicieran sentir bien. Por eso las hubo desde hace mucho en la historia: la cocaína, la marihuana, pero también tantísimas otras. Son formas que tenemos los seres humanos de sentirnos bien, o por lo menos intentarlo. Y en esta conferencia,... y en este convenio que hacemos entre el Municipio y Proyecto UNO, no estamos discutiendo, ni mucho menos entrometiéndonos con los consumos privados y particulares. Porque que estamos en una sociedad liberal, nuestra constitución es heredera de las revoluciones burguesas europeas, y tenemos clara conciencia del respeto por las acciones privadas. La “moralina” sobre el consumo, este señalamiento que históricamente tuvimos por ejemplo sobre el borracho, el alcohol, el alcohólico, es una práctica social discriminatoria que asegura, en su fantasía, la salud de los demás. Tener un borracho en la esquina asegura que el problema está en la esquina y no está en casa. Por eso cuando uno no tiene cerca algún borracho, algún ciruja, algún delincuente, algún loco, es bueno salir a buscar uno, porque es una especie de fusible social. Nos hace sentir mejor tener en la vereda algún discordante social, que nos reafirme que nosotros estamos muy bien.
Bueno, primer mito, hagamos una pregunta que me parece interesante: ¿de quienes son los drogadictos? Que aclaremos, no son los consumidores que se divierten un rato porque fumaron un porro el fin de semana. Los drogadictos son los que están absolutamente “metidos” con este problema. Son los que llegaron a la enfermedad, a la falta del reconocimiento de las cuestiones más básicas para la vida en sociedad: porque le robaron a la madre para comprar un papel de cocaína, porque empezaron a tomar un arma y salir a robar, porque salieron a robar y lastimaron a alguien, porque pisaron la cárcel, porque en la cárcel tuvieron que defenderse, fueron violados, violaron, lastimaron a otros… En todo este mundo, ya no estamos hablando de diversión. Esto ya no es “la previa” de un sábado de fiesta. Ya no es una “foto linda”. Las adicciones tienen que ver con esto. La verdad es que aquellos que hace mucho tiempo trabajamos en la temática de las adicciones, lo que hemos visto es mucho dolor,... mucho dolor. Estos “dolores privados” normalmente no se publican. El sufrimiento de una familia, que tiene un hijo internado y que trastorna todos sus fines de semanas para visitarlo en una comunidad. Trabajé tres años con Daniel De Angelis en Proyecto UNO. Muchas veces me quede contemplando la situación de los fines de semana en la Institución: familias con bolsos, con cosas para comer, teniendo que romper lo relajado de un fin de semana normal para poder entrar en esta “anormalidad” de tener alguien encerrado, que se tiene que curar. Tratamientos prolongados y costosos. No todo es fiesta.
Primer mito: me parece que es interesante que podamos situar las cosas por su nombre. Creo que no hay que meterse con la vida privada de nadie, pero hay momentos en que esa vida privada tiene resonancias muy fuertes en lo público, entonces ya estamos hablando de un problema de todos.
Las discusiones menores esquivan la posibilidad de la verdadera discusión.
Drogas y política. Hubiera sido muy provocador este título para la conferencia. A esta altura lo podemos aclarar. Porque cuando el consumo perfora a la sociedad, cuando genera transformaciones que se vinculan con un proyecto de muerte estamos ante una cuestión eminentemente política. Digámoslo desde el principio también, no es ninguna novedad, ninguna ofensa a los buenos políticos: la política tiene las manos sucias con las drogas. El negocio del narcotráfico, como el de la trata de personas, el robo de automotores y la venta de auto partes, o sea los grandes delitos organizados, no funcionan sin la política. No funcionan estos delitos sin la participación activa y pasiva de la policía, y la policía es la política. El Estado como responsable del bien común, de esta especie de “felicidad publica” de la vida en sociedad, ha tomado partido en el delito o mirado al costado esquivando su responsabilidad. El Estado es responsable que estos proyectos de muerte hayan penetrado socialmente. ¿Por qué esto? Tomé mucha atención a una de las diapositivas que mostraba Daniel en su charla: cuando se describían las diferentes drogas, al mostrar la cocaína, se veía una línea “peinada” con una tarjeta de crédito, junto a un billete. Hablemos de eso. ¿Qué relación tienen el consumo de drogas con los “otros” consumos? ¿Cuándo empezamos los seres humanos a consumir tan desenfrenadamente? ¿Siempre consumimos así? Aclaremos un poco más: ¿a que nos referimos cuando hablamos de consumo? ¿Qué es consumo, ya no de drogas? ¿Qué es consumo en general? Intentemos alguna respuesta: el consumo es un vínculo que tenemos las personas con las cosas. Consumir es entablar una relación, que no es la única, una relación que se resuelve en la destrucción de un objeto para poder asimilarlo. Consumir es asumir, es hacer mío, pero de alguna forma es también destruir, porque aquello que consumo pierde su realidad cuando lo hago mío. Hay un costado que todavía me parece más interesante: implica un goce, un profundo goce, pero un goce que está relacionado con esa destrucción. No por la destrucción misma, sino porque es necesaria la destrucción para que se genere ese goce. O sea: si eso que se consume no desaparece en su realidad, no hay goce. Entonces el goce esta en esa magia que se genera en la seducción visual, olfativa, del profundo erotismo que tienen las cosas. Pero cuanto más las quiero, paradójicamente, las hago desaparecer: ese es el consumo. ¿Qué tiene que ver el consumo de drogas con este consumo? Evidentemente es un consumo placentero, hay una predominancia en la destrucción del objeto.
Pero hay también otros consumos. Nosotros extendemos el consumo a otras vinculaciones. Nadie se come el dinero, y sin embargo hay gente que muere guardándolo. El movimiento económico que nosotros llamamos consumo en la compra ¿es realmente consumo? Es una extensión, es un significado extendido del consumo. Ahí no hay tanto significado en la destrucción del objeto, ahí el goce está en la posesión, hay una relación ahí con el poder, con aquello que me da. Es más, que me da cuando no se destruye, o sea que el que acumula poder es mas amarrete que aquel que come un churrasco, que es más generoso con la naturaleza. Por eso las fiestas de los pobres. Los “consumos” relacionados con bienes durables se confunden con una especie de deseo de permanencia. El deseo que la muerte no me atrape. Me vienen a la mente esas viejas fabulas del avaro, que acumula y de alguna forma consume también. ¿En que consiste nuestro mundo del consumo? Yo soy profesor de filosofía así que discúlpenme (risas). El viejo Hegel, un filosofo alemán de fines del 1700, en un libro un tanto complicado: “La filosofía del derecho”, habla de la relación del hombre con las cosas. El dice que el hombre es una idea. Hegel es el principal exponente del idealismo absoluto. El hombre es pura idea, es pura expansión de una libertad. Pero para poder objetivar esa libertad necesita de las cosas, y en esto Hegel de alguna manera sacraliza la propiedad, le da un carácter sagrado. Si yo soy libre cuando tengo cosas, el perder esas cosas o no alcanzarlas, me esclaviza. Entonces hay un ansia espectacularmente fuerte del ser humano por las cosas. Marx, que después va a leer mucho a Hegel, se va a apartar de él en esto, y va a querer romper esta sacralidad de la propiedad privada.
Muchas veces consideramos estas ansias de comprar, de adquirir, de llenarnos de cosas como una estupidez “poco espiritual”, pero no es así. De los 7 mil millones de hombres y mujeres que hay en el planeta, la mitad se debaten por querer cosas y no tenerlas y la otra mitad por tener esas mismas cosas y defenderlas de alguna forma. Eso define las relaciones económicas del mundo. ¿Qué es lo que sucede cuando me apodero de las cosas? De alguna forma las defiendo, es más, dice Hegel, el último extremo de ese goce de supervivencia es la ostentación. ¿Y qué es la ostentación? Es poder mostrar y conjurar que vencí a la muerte porque tengo lo que los demás no tienen. Hegel acá se pone serio y dice, esto necesita un freno. Primero porque el otro, en ese deseo de poder tener todo lo que desea, va a ser una amenaza para mis cosas. En ese sentido todos los que están alrededor de las cosas que yo tengo, son la posibilidad de que las pierda. Y no voy a perder cualquier cosa, voy a perder mi libertad, voy a perder mi capacidad de identidad. El ladrón sale a la calle por algo vital, sale a buscar una forma de libertad. Entendió que necesita de las cosas, y da la casualidad que las tiene otro. Los que las compraron entienden que van a perder mucho si pierden sus cosas. Es imposible no pensar en una sociedad de consumo exacerbada en la violencia, sin mediación del Estado. Es impensable una sociedad consumista al máximo, no estamos hablando de drogas solamente, sin violencia. La violencia es implícita, está latente en cada compra. En cada compra que realizamos nos podrían ofrecer un combo: algún elemento que violentamente defienda lo que acabo de comprar.
Seguimos pensando que salir armado para conseguir algo por medio del robo es gravísimo, no sé si lo tenemos tan claro en otras formas de acción delictiva como la evasión de impuestos, totalmente instalada y naturalizada.
Considero que somos una sociedad que ha rotos acuerdos y que tiene que reinventarlos. Al Estado liberal, que se ha sentado para ser espectador de los grandes negocios de consumo no le queda ahora otra que participar.
El discurso de los poderes económicos sobre las pérdidas que se tienen a veces por problemas como las adicciones, tiene un profundo cinismo. Cuando a principio de siglo el hombre era la herramienta fundamental para la producción, lo cuidábamos, lo lustrábamos para que no decaiga, “el músculo duerme, la ambición descansa”. “Necesitamos que el tipo venga, sano y feliz a trabajar, a producir”, esto decían nuestros abuelos. Jean Lyotard dice que se han caído los “grandes relatos”, que eran los relatos que tenían nuestros viejos: “estudiá nene que te va a ir mejor, vas a ver que el progreso va a hacer que todos tengamos vacunas para erradicar las enfermedades, poco a poco la inteligencia va a permitir que seamos más buenos”. Eran los grandes relatos que sostenían a la modernidad. Entre esos relatos estaba el trabajo. Hoy ya no es necesario el hombre en el mundo del trabajo. Las maquinas pueden producir sin los hombres, lo único que necesita el mundo financiero es que solo algunos se metan en la rueda, ganen mucho, trabajen mucho y compren mucho. Aquellos que quedan fuera de este sistema, ya no interesan a nadie y van a descarte. Son la enorme masa de hombres de desecho. Las pérdidas del mundo productivo por el consumo de drogas son tan relativas! Hay un profundo cinismo en todo esto. Hay personas, y no era así con el modelo del Estado de bienestar, que están nacidas para el descarte. El “paco” (la pasta base de cocaína) no es tan solo el residuo de una elaboración: es una “droga de diseño”. El paco es un diseño de eliminación rentable de las juventudes pobres. ¿Cuál es el destino de algunos jóvenes? El consumo, un consumo agresivo que destruye hasta los huesos, y luego la cárcel como un lugar de muerte, un lugar de muerte próxima, de muerte metafórica porque es “la tumba”, o muerte literal por una puñalada. Hay miembros de nuestra sociedad que están destinados desde la panza de su madre a terminar así. Me parece que hay una naturalización a coexistir con estas profundas heridas y pasarlas “al lado” como si no fueran parte de nuestro propio camino. Hace poco vi en el umbral de una iglesia, un hombre durmiendo, tapado con una colcha de nene. Un hombre sin nombre porque ya no es nadie. Necesita ser nadie, porque si “es alguien” empieza a molestar en el camino. Si ese hombre arrojado en la calle fuera yo, sería una molestia; si fueran ustedes también. Podemos hablar de “ese hombre” porque no tiene nombre. Esto es la sociedad de consumo. Una vía rápida, repleta de obligaciones, goces y dramas que tienen que ver con el ir y venir de la economía. Junto a ella profundas soledades encapsuladas que no pueden subirse. El consumo de drogas tiene que ver con la coherencia de una sociedad diseñada así. No es un desubicado el adicto, no es un desubicado el preso. Nos queda bien la cárcel en Campana. Tenemos la fábrica, tengamos la cárcel!
Traje un reproducción de la pintura de Ernesto de la Cárcova: “Sin pan y sin trabajo”. Pero no es una reproducción, es un profundo original. Esta pintado con tempera, que es lo mas inapropiado para pintar una cosa así. Es distinto al original de la Carcova, lo pinto un alumno preso. No entendí porque pintaba esto. Tenía un montón de cosas para elegir y sin embargo pintó esto, y me lo regaló. Son expresiones de una sociedad que no puede solucionar sus cosas sino es por el encierro.
Todo este año estuve leyendo poesías de Camilo Blajaquis. Hemos leído con Mauro (Di María) poemas de este muchacho en muchos barrios. Sostenemos la posibilidad de una sociedad bella, porque lo estético no es un adorno, lo estético es profundamente íntimo de la sociedad. Una sociedad bella es una sociedad justa, es una sociedad equitativa donde vale la pena vivir, donde se puede gozar, eso es una sociedad bella. Esto que estamos haciendo ahora es un acto público y es el inicio de una política publica. Empezamos a hacer realidad una política publica, o sea que en el municipio empezamos a hablar de drogas porque nos interesa, porque tenemos un proyecto bellamente estético de una ciudad justa. Entonces, por una cuestión de justicia social, por una cuestión estética, profundamente estética, podemos hablar de drogas, porque nos interesa otro proyecto de vida. Detrás de ese proyecto entonces, quizás podamos hablar con una nueva autoridad con nuestro jóvenes sobre algo que no sea la muerte.
Comparto con Ustedes este poema de Camilo. Lo escribió preso: Se llama “Miedos moribundos”:

Solo veré preocupación
cuando a mi poema también lo humille la rutina.
Cuando mis palabras también queden encerradas adentro de una celda
y ya no sean adictas al sueño y a la utopía.
Cuando se dejen vencer y ya no resistan las piñas de este sistema.
Si llegara ese momento no tendría razón mi poema.
Viviría feliz como viven los decentes.
Sentiría al mundo por TV y no por lo que ven mis ojos.
Viviría feliz como viven los honestos.

Tengo un afecto muy profundo a la poesía. Le agradezco especialmente a Pablo Neruda su bella reflexión sobre las cosas. Este pronunciar las cosas y la vida de Neruda me ha enseñado mucho, me ha permitido dar lectura a ciertas realidades. Entre la cantidad de sus libros de poemas, hay uno que me fascina: se llama “Odas elementales”. Las odas son estas formas de cantarles a los héroes. Pablo le canta en cambio a los tomates, por ejemplo. Leo del índice: oda al tomate, oda al final del domingo, oda a la uña del pie... Son odas a las cosas simples. Rilke, decía cuando hablaba de la poesía, que hay que abandonar los grandes temas como el amor y el hombre, y hay que hablar de las pequeñas cosas. En esta conferencia hemos hablado de las adicciones, de los objetos, del consumo, pero sobre todo de los hombres y mujeres en relación al consumo. Encontré una oda al vino, no la voy a leer. Casualmente era la última de una serie de 60 poemas, y el primero de todos es oda al aire. Si hay algo que consumimos, que gozamos es el aire. No saben la cantidad que hemos consumido gratuitamente en este espacio, y nos hace felices!
Me despido de Ustedes con estas palabras de Pablo Neruda:

Andando en un camino encontré al aire, lo saludé y le dije con respeto:
Me alegro de que por una vez dejes tu transparencia, así hablaremos”.
Él incansable, bailó, movió las hojas, sacudió con su risa el polvo de mis suelas,
y levantando toda su azul arboladura, su esqueleto de vidrio, sus párpados de brisa,
inmóvil como un mástil se mantuvo escuchándome.
Yo le besé su capa de rey del cielo,
me envolví en su bandera de seda celestial y le dije:
monarca o camarada, hilo, corola o ave, no sé quién eres, pero una cosa te pido,
no te vendas.
El agua se vendió y de las cañerías
en el desierto he visto terminarse las gotas y el mundo pobre,
el pueblo caminar con su sed tambaleando en la arena.
Vi la luz de la noche racionada, la gran luz en la casa de los ricos.
Todo es aurora en los nuevos jardines suspendidos,
todo es oscuridad en la terrible sombra del callejón.
De allí la noche, madre madrastra, sale con un puñal en medio
de sus ojos de búho, y un grito, un crimen,
se levantan y apagan tragados por la sombra.
No, aire, no te vendas,
que no te canalicen, que no te entuben, que no te encajen ni te compriman,
que no te hagan tabletas, que no te metan en una botella, cuidado!
Llámame cuando me necesites,
yo soy el poeta hijo de pobres, padre, tío, primo, hermano carnal y concuñado
de los pobres, de todos, de mi patria y de las otras, de los pobres que viven junto al río,
y de los que en la altura de la vertical cordillera pican piedra, clavan tablas,
cosen ropa, cortan leña, muelen tierra, y por eso yo quiero que respiren,
tú eres lo único que tienen, por eso eres transparente,
para que vean lo que vendrá mañana, por eso existes, aire,
déjate respirar, no te encadenes,
no te fíes de nadie que venga en automóvil a examinarte,
déjalos, ríete de ellos, vuélales el sombrero,
no aceptes sus proposiciones,
vamos juntos bailando por el mundo,
derribando las flores del manzano,
entrando en las ventanas, silbando juntos,
silbando melodías de ayer y de mañana,
ya vendrá un día en que libertaremos
la luz y el agua, la tierra, el hombre,
y todo para todos será, como tú eres.
Por eso, ahora, cuidado!
y ven conmigo,
nos queda mucho que bailar y cantar,
vamos a lo largo del mar,
a lo alto de los montes, vamos
donde esté floreciendo la nueva primavera
y en un golpe de viento y canto
repartamos las flores, el aroma, los frutos,
el aire de mañana.

Muchas gracias.

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