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Este blog es un lugar de escritura. Podes encontrarte con poesías, con crónicas, con apuntes de filosofía, con ideas en gestación, con escritos de alumnas y alumnos... podes encontrarte. La fotografía del cóndor volando en libertad, la saqué en el Cerro Tronador, muy cerca de Bariloche. Me llamo Francisco Mina. Cocino bien, jugaba al futbol, sigo andando en bicicleta, y soy profesor de Filosofía en educación terciaria en Escobar y Campana (Argentina al sur)

martes, 20 de noviembre de 2012

Dia de la soberania nacional.


En 1845, las dos potencias económicas, políticas y bélicas más grandes de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, que se encontraba bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.
El objetivo de la invasión fue de índole política y económica: la expansión de sus mercados y la independencia de Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones para formar un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y haría del Paraná un río internacional de navegación libre.
Venían 22 buques de guerra de la marina más poderosa de la tierra, portando 418 cañones, 3000 tripulantes y 880 soldados profesionales, curtidos en el oficio del saqueo, algo que bien habían practicado por Asia y Africa. Los patriotas, poco tenían más que la resolución de resistir al imperialismo inglés: 4 baterías y 2000 gauchos armados con poco más que lanzas y boleadoras.
Rosas decidió hacerles frente a estas dos potencias mundiales y le encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa, junto a más de un millar de argentinos.
Así, en un recodo de nuestro ancho Paraná, donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, las valientes tropas encadenaron el río para defender nuestro territorio.
Horas de combate precedieron al desembarcó de la infantería francesa que capturó 21 cañones de la resistencia nacional.
Dieron batalla un 20 de noviembre de 1845, en una lucha desigual, la estrategia fijada por Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias de la época finalmente se vieron obligadas aceptar las condiciones impuestas por la Argentina.
La agresión no estuvo ausente de cómplices internos que abrían las puertas al imperialismo contra la causa de una nación federal. Ya Domingo Faustino Sarmiento ofrecía la Patagonia a Chile y Carlos de Alvear hacía lo mismo con las provincias del norte. El bando unitario había entregado ya el Alto Perú, lo que hoy es Bolivia, y la Banda Oriental.
Por ejemplo, Florencio Varela fue el enviado en 1843 a Londres a pedir que los casacas rojas de la corona invadieran la Argentina para derrocar a Rosas por "la causa de la humanidad". El periodista rioplatense José Rivera Indarte dirigió una campaña de prensa para atribuirle a Rosas cuantas atrocidades pudiera imaginar su delirante pluma.
Doscientos cincuenta patriotas dejaron la vida defendiendo la soberanía, otros 400 heridos. Los invasores pudieron forzar el paso pero encontraron una resistencia popular que impidió que cumplieran sus objetivos
Gracias a esto, las provincias litorales continuaron siendo parte de nuestro territorio y el Paraná es hasta hoy un río interior argentino.


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