Se nos fue Tomás José Gómez, Tomy.
Muchos nos dimos cuenta que era tan
nuestro en el mismo momento de la partida. Por eso es que “se nos
fue”.
Y “se nos fue” porque también son
nuestros Mauricio y Teresa, sus viejos, que ahora están mas solos.
Tomás, como todos, era “muchas
cosas”. Probablemente me he quedado solamente con uno de esos tantos lados
que se dejan ver. Habrá seguramente tantos otros.
Era un alumno del profesorado de
educación primaria del Instituto 55 de Escobar. Un estudiante para
ser maestro. En los actos del instituto, era el fotógrafo. Con una
Nikon en la mano espiaba las caras, los cuerpos, los gestos. Los
retrataba para compartirlos, para compartirse. Su propio cuerpo, me
pareció alguna vez, algo cansado.
Hace unos meses su viejo, Mauricio, me
alentó en la lucha con el cansancio de mi hija. Tiene los mismos
veinte años que Tomás. Me arrimó algunas palabras que me hicieron
mucho bien. Tenían que ver con esos grises desafíos que los padres
enfrentamos cuando tenemos que pelear por la vida de los hijos.
Y la semana pasada el cuerpo de Tomás
se cansó del todo, no pudo mas, y se nos fue.
En la despedida, su familia pegó en
las paredes de la casa velatoria, fotos de esas que Tomás le sacó a
la vida. Logró transformar ese momento tan extraño en una reunión
de gente que miraba sus fotos, sus miradas de las cosas, para decirle
adiós.
Al pisar el umbral, una de esas fotos,
en el centro, mostraba un pasillo del colegio San Vicente. La
perspectiva del camino en el papel, se continuaba en las lineas del
pasillo de la sala. Como si el presente de ese día tan triste
pudiera hablar con ese pasado donde Tomás miró en ese lugar, blanco
y negro, un instante de belleza y provocación. Al mirar la foto
desde la lejanía de la vereda, resaltaba el centro del punto de fuga
final, de mucha luz.
Alguien del centro de estudiantes le
deseó un feliz viaje, y me prendí también en el deseo. Ahora,
pienso que salió a buscar ese final de luz tan atractivo, tan
necesario de sus fotos.