Como ninguna otra fuerza política, el peronismo tiene una identidad racial de origen que se expresa en apelativos tales como: ”cabecita negra”, ”grasita” o, el mas ecuménico, “los negros”, fruto de una mirada lejana y desatenta que designa al pasar a todo aquello que no sea caucásico. Es fácil imaginar el temor y rechazo que produjo esa masa oscura movilizada en aquellos primeros años fundacionales, mostrando por primera vez la cara mestiza de un país que se creía de blancos europeos. Alguien la designó como un “aluvión zoológico”, un estallido de animalidad imprevisible que posibilitaba desde la destrucción de viviendas para humanos usando pisos y muebles en la cocción de alimentos, hasta el extremo caníbal de la mucama peronista de oscura tez provinciana que cocina al pequeño hijo de una feliz familia burguesa, sirviéndoselo a la hora de la cena. Nuestras ciudades sitiadas por la barbarie resistían el asedio como faros de civilización, pero de pronto el peronismo habilitó el ingreso de “la negrada”; inútiles resultaron los puentes levadizos, cruzó de todas formas como en la peor pesadilla y, con rápido descaro democrático, se entregó sin pudores a las delicias del goce capitalista; sin siquiera un pudor en forma de sacrificio marxista.
Una sociedad de hombres blancos confinados en el sur del mundo vio cómo esa turba bizarra amenazaba todo aquello que amaba, incluidas sus instituciones hechas a imagen y semejanza del norte civilizador; de esta forma, fue colocada en el plano inclinado que la llevaría al mundo latinoamericano, en el que jamás habían pensado inscribirse.
Gauchos, peones rurales, mucamas, obreros bonaerenses y morochos provincianos eran una multitud dada a los excesos y a gustos no homologados, una pesada carga de la América profunda que amenazaba invertir la dirección del vector Sur, representado en la tapa de la revista que por entonces ejercía el comisariado cultural y del buen gusto. El vector en el logotipo de esta revista señalaba el sur desde el norte, mostrando simbólicamente la dirección aceptada para influencias y homologaciones. El conjunto de las novedades políticas y culturales aportadas por el peronismo conformaban un indeseable programa estético capaz de invertir la dirección del vector de influencias, lo que provocaría un reflujo contaminante hacia las activas aguas de la modernidad de posguerra.
La leyenda del descamisado gigante
El monumento al descamisado fue pensado como un gigantesco hito urbano que estaba destinado a convertirse en el emblema arquitectónico de la revolución justicialista,colocando, por sobre todas las edificaciones de la ciudad, la figura sólida, austera y amenazante de un obrero del conurbano bonaerense. Su emplazamiento también tendría un fuerte valor simbólico: el enorme basamento obturaba la traza de la avenida Figueroa Alcorta en las cercanías del actual Canal Siete; la silueta de 137 metros recortaría el cielo sobre los palacios y embajadas del Barrio Parque como un invitado indeseable en medio de una lujosa fiesta. Imaginemos a Victoria Ocampo abriendo las ventanas de su palacete modernista y viéndose confrontada con esta ominosa figura vertical que la llevaría a un dialogo metafórico con la diversidad; diálogo que seguramente ella preferiría, tener al menos, con Rabindranath Tagore u, ocasionalmente, con sus mucamas.
Todo este proyecto acabó en 1955 cuando su construcción avanzaba velozmente. Aquel descamisado siguió el camino del olvido hasta que su memoria tomó la desmesura de la leyenda, que lo volvió poderoso y resentido desde su destierro en la Isla de los Muertos.
El descamisado gigante es la sombría encarnación de un monumento no realizado, un Golem activado por las “Veinte Verdades” de una doctrina nunca homologada. Vengador de los humillados, aterroriza agitando su garrote de tres ramas sobre las cabezas de los explotadores codiciosos y de los tilingos intelectuales. (Nota de Francisco Núñez Proaño: Mi padre me enseñaba de niño el juego de “cazar a los tilingos”, nunca perdí la costumbre)
Crece y se alimenta con la miel negra que brota de los resentimientos acumulados por los deseos, goces y pasiones ancestralmente negados. Merodea el bosque oscuro en los alrededores de la ciudad capitalista, que lo ignora con soberbia indiferencia. Sólo espera una señal de su líder creador, el único capaz de pronunciar su verdadero nombre, la cifra por la cual avanzará y todo quedará en ruinas.
(Ilustración: "Gótico Justicialista".Oleo sobre tela de Daniel Santoro.
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