Acrílico sobre cartón. Nelson Dechima. |
Pero si ya pagamos nuestros pasajes en
este mundo
por qué, por qué no nos dejan
sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes, queremos
tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a
nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.
Todos vamos pasando y el tiempo con
nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la
luz,
y ustedes y nosotros pasamos,
pasajeros.
Entonces, qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?
Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.
Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llegamos al barco.
Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio.
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los
ojos
para trabajar y desear lo que existe.
Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.
Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no
habían nacido?
Aquí no están contentos,
así no andan las cosas.
No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o la boca con hambre.
No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos, menos para el próximo
invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la
vuelta
al mundo, a tanta piedra en los
caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos
silla?
Si es una broma triste, decídanse,
señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.
Después el mar es duro.
Y llueve sangre.
Pablo Neruda
Navegaciones y Regresos (1959)
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